ASHTON GARDNER
El cuarto aún estaba tibio por la noche que habíamos compartido. La cortina dejaba pasar apenas un hilo de luz, suficiente para que pudiera verla a mi lado: Liss, con el cabello alborotado, los labios suaves por el sueño, y el cuerpo enredado en las sábanas como si aún me buscara incluso dormida.
Erick ya había salido de la habitación, con su pijama de dinosaurios, rumbo a vestirse. Era nuestro ritual: él se iba primero, nos daba unos minutos a solas. Pero esta vez no quería que el tiempo pasara. No quería levantarme como si nada.
La vi moverse. Estiró un brazo con pereza, buscando la bata a un lado de la cama.
—Voy a hacer el desayuno… —murmuró, aún adormilada.
—No —susurré, tomando su muñeca con suavidad—. Quédate. Por favor.
Ella me miró, algo sorprendida. Me acerqué y la atraje hacia mí, haciendo que apoyara la cabeza en mi pecho. Mi mano se enredó en su cabello.
—¿Ash...? —preguntó, con esa dulzura que me desarma.
—Tenemos que hablar.
Su cuerpo se tensó levemente,