Esclava de tu amor y tu venganza
Esclava de tu amor y tu venganza
Por: Paulina W
C1: ERRORES DE UNA NOCHE

C1: ERRORES DE UNA NOCHE

En la habitación más grande del piso superior, dos chicas de diecisiete años se preparaban como si el mundo fuera suyo. Kiara, de ojos grises y cabello castaño lacio, estaba frente al espejo, ajustándose el delineado con precisión de cirujano. Tenía unos labios naturalmente rosados, una belleza que no necesitaba filtros, y una actitud que le hacía ver como si todo le perteneciera. A su lado, sentada sobre la cama de plumas, Aria abrazaba un peluche con forma de corazón, un regalo de su padre cuando cumplió diez años. Su cabello caía en ondas suaves, del mismo castaño de Kiara, pero sus ojos eran color avellana, grandes, dulces como los de su madre.

—Kiara, ¿estás segura? —preguntó Aria, aferrada a su peluche—. Sigo pensando que es una mala idea... si papá se entera...

Su hermana se giró con ambas manos en la cintura.

—Aria, deberías cambiar esa actitud de monjita en retiro. Esa es justo la razón por la que no tienes novio —le soltó, dejando la frase como un gancho directo al estómago—. Ningún chico se atrevería a salir con una chica con complejo de santa.

Aria le lanzó el cojín con fuerza y Kiara lo esquivó entre risas, sin perder ni un ápice de elegancia.

—No tengo complejo de monja, me gusta seguir las reglas. Y papá fue muy claro. No quiere que salgamos. Ahora hay problemas con las otras organizaciones y si...

—¡Ay ya, Aria! —interrumpió Kiara, rodando los ojos mientras se dirigía al vestidor—. De verdad que eres aburrida. A veces es necesario un poco de adrenalina... eso te hace sentir viva.

Aria se puso de pie, cruzándose de brazos, mirando con desconfianza a su hermana.

—Sí, claro. ¿Adrenalina? Mejor di que vas a verte con ese chico... Landon. ¿Papá sabe que tú y él... son novios?

—Por supuesto que no —respondió Kiara, abriendo una caja con accesorios—. Si papá lo supiera, le rompería las pelotas. Ya sabes cómo es con nosotras, nos trata como si fuéramos de cristal... y el Santo Grial de paso.

—No seas mala. Él solo nos cuida, Kiara. No quiere que nos hagan daño. ¿O es que olvidas quiénes somos? —Aria se acercó y le lanzó una mirada de advertencia—. Además... ¿qué tanto conoces a ese Landon? Ingresó este año a la universidad y nadie sabe mucho de él.

Kiara sacó un vestido negro ajustado que parecía diseñado para romper mandamientos y lo levantó con una sonrisa divertida en los labios.

—Sé lo necesario. Su padre es dueño de una empresa de seguridad privada y su mamá es pintora, de esas medio hippies que se la pasan en exposiciones —se encogió de hombros—. No tiene hermanos, y es un poco rebelde... como me gustan.

—Ja. Ja —resopló Aria con sarcasmo—. Mira quién lo dice. La chica que aún guarda su tarjeta V. ¿A quién quieres engañar, Kiara? Te muestras como una chica liberada y ruda, pero... te guardas para tu hombre perfecto.

Kiara le sacó el dedo medio y empezó a vestirse.

—Me divierto, sí. Pero una cosa es divertirse y otra es andar abriéndole las piernas a cualquiera —dijo sin tapujos, mientras dejaba caer su sujetador al suelo—. Lo haré con alguien especial, solo eso.

Aria sonrió divertida, pero luego la miró entrecerrando los ojos.

—¿Y Landon es ese "alguien especial"?

Kiara se quedó en silencio unos segundos. Sintió cómo el pecho se le llenaba con una mezcla extraña de nervios y emoción. Lo pensó. Imágenes cruzaron por su mente: la forma en que Landon la miraba, ese beso en su auto, sus manos temblando al tocarle la cintura. Nunca habían pasado de eso, pero ella lo sabía, lo sentía cada vez que el bulto en su entrepierna se tensaba y él se apartaba, con los ojos cargados de deseo y control.

—Puede ser —dijo al fin, con una sonrisa ladeada mientras se ajustaba el escote del vestido frente al espejo—. Voy a asegurarme esta noche.

Aria soltó un suspiro largo y se acercó otra vez, mirándola a través del espejo.

—Ten cuidado, Kiara. A veces eso que nos hace sentir vivas... también puede destruirnos.

Pero Kiara solo se giró, se puso los tacones y le guiñó un ojo.

—Solo si no sabes jugar, hermanita. Y yo nací para ganar.

Más tarde, Kiara la arrastró por los pasillos riéndose como si acabaran de cometer un delito.

—¡Corre, que si papá se despierta estamos muertas! —susurró Kiara mientras empujaba la puerta trasera del servicio.

—Muertas tú, yo solo vine porque me chantajeaste —respondió Aria, intentando acomodarse el vestido mientras bajaban las escaleras.

Una vez afuera, el aire frío de París les golpeó el rostro. Un taxi las esperaba, y Kiara, emocionada, le gritó la dirección en francés sin dejar de sonreír como si estuviera a punto de vivir la noche de su vida.

Ya en el auto, Aria resopló.

—Este vestido está ridículamente escotado, Kiara. Se me ven las tetas.

Su hermana soltó una carcajada.

—¡Ese era el objetivo, hermanita! Es un look "mírame y sufre".

—Es un look "mírame y arrepiéntete", querrás decir —rezongó Aria mientras se acomodaba inútilmente el escote—. Si mamá me viera...

—¡Relájate! Nadie que conozca a papá entra en este club. Y Landon me dijo que el dueño es un amigo suyo. Cien por ciento libre de tíos sobreprotectores.

—No lo sé, Kiara. Siento que... que algo malo va a pasar.

—Ay, ya vas a empezar. Todo va a estar bien. Disfruta la noche, lo necesitas. Así cuando algún día te cases y tengas hijas, si es que las tienes —sonrió traviesa—, podrás contarles sobre tus grandes escapadas nocturnas.

Aria le lanzó una mirada helada.

—No me voy a quedar solterona, si eso es lo que estás insinuando.

Kiara fingió pensar.

—Pues... ya vas en camino, hermanita.

Ambas rieron mientras el taxi frenaba frente a la entrada iluminada del club. Había una fila enorme, pero el guardia de seguridad las dejó pasar con solo una mirada a Kiara.

—Seguro este no es de los amigos de papá —susurró Aria al oído de su hermana mientras entraban.

—¡Claro que no! —replicó Kiara con una sonrisita—. ¿Me crees tonta? Este es totalmente ajeno a los del tío Stefan. Es de un amigo de Landon. Así que estamos seguras...

Pero Aria no se sentía segura. Siguió a su hermana en silencio, con esa incomodidad metida como espina en el estómago. No era el lugar, ni el ambiente, era... una intuición.

El club estaba repleto. Luces moradas y azules bailaban en las paredes, la música vibraba en los huesos, y la pista de baile brillaba bajo una bola de espejos gigante.

Kiara, como si tuviera radar, escaneó el lugar hasta que lo vio.

Landon estaba recostado en uno de los sofás VIP, rodeado de amigos y chicas. Llevaba una camiseta negra ajustada que dejaba ver sus brazos tatuados, jeans oscuros, y esa sonrisa de chico rebelde con encanto.

A su lado, todos reían por alguna broma.

Kiara llegó directo a Landon, se sentó en sus piernas sin decir más, y lo besó.

—Perdón por tardarme... es que mi hermana no quería venir.

Landon miró a Aria y sonrió con simpatía.

—Entonces gracias por convencerla —dijo con tono relajado—. Me alegra que estés aquí, Aria.

Ella apenas asintió, incómoda, sobre todo cuando sintió la mirada del amigo de Landon clavada en ella. La recorrió sin disimulo, no era vulgar, pero sí intensa, como si pudiera ver a través de ella.

Aria frunció los labios y se sentó junto a Landon, cruzándose de brazos.

—Solo te digo que no intentes nada con ella, ¿de acuerdo? Puede que me veas con cara de tonta, pero te parto el culo si te pasas de listo.

Todos estallaron en carcajadas, incluso él, que sonrió de lado sin decir nada, como si esa amenaza le pareciera entretenida.

—Relájate, tigresa —murmuró Kiara, haciéndole una mueca de "por favor" a su hermana—. No estás en modo mamá gallina.

Landon rodeó la cintura de Kiara y añadió, señalando a su amigo:

—Esta noche él es tu acompañante, Aria. No va a morder... a menos que tú quieras, claro.

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