El príncipe suspiró y caminó hacia Amaya. Tomó un mechón de su cabello rubio y lo llevó detrás de su oreja. La acción le produjo un escalofrío.
—Querida Amaya, cazadora élite de La Orden, no suelo tomar prisioneros, sin embargo, asesinaste a mi hermano y debo vengar su muerte. Pero, por otro lado, tu organización nunca se había atrevido a enfrentarme tan frontalmente. Me gustaría averiguar por qué lo hicieron. Así que estoy en el dilema de qué hacer contigo. Mientras me decido, te mantendré aquí. Tú no intentarás escapar y me harás compañía. ¿Qué dices?
Los ojos violetas brillaron. Igual que su hermana, Ryu enarboló una sonrisa, pero a diferencia de ella, la de él fue más divertida que seductora.
—¿Hacerte compañía? Tendrás que hipnotizarme como acaba de hacerlo ella. Yo no soy una dama de compañía, soy una cazadora —dijo altiva, encontrando por fin la fuerza para mirarlo, desafiante.
—Lo sé, y al parecer bastante orgullosa —Ryu sonrió maliciosamente—. No pienso hipnotizarte, no encuentro diversión a que hagas todo lo que te ordene. Verás, el juego consiste en hacer
que tú lo desees, mi querida Amaya.La mano blanca de finos dedos fue a acariciarle el rostro. Amaya, antes de que llegara a su destino, la apartó de un manotazo.
—¿Desear qué? ¿Estar contigo? —rio con rabia—. Debes estar loco.
Ryu sonrió.
—Cuidado con lo que dices, pudieras arrepentirte. —La sonrisa cínica de Ryu la golpeó de frente—. Y dime ¿encontraste buena la comida?, porque a mí me parece que se ve muy apetitosa —dijo él relamiendo sus labios, mirándola con deseo. Amaya frunció el ceño, asqueada—. Puedes pedir y hacer lo que quieras, mis sirvientes te atenderán. Yo, por obvias razones, solo estaré presente en la noche, pero tú puedes ir a donde quieras en la casa, solo no trates de huir mi pequeña cazadora.
—Claro que intentaré huir. ¿Qué crees que haré aquí, pasar vacaciones?
Ryu rio.
—Me fascina tu espíritu de lucha cazadora, sin embargo, debo advertirte. Si intentas escapar le darás un excelente motivo a mi hermana para desobedecerme. Y créeme, aun siendo tan encantadora, es una cruel asesina.
Amaya lo miró con ojos fieros. A pesar su amenaza, ella lo intentaría.
—No me mires así, querida. Deberías estar agradecida que te permita vivir… por ahora.
—¡Y tú deberías arrepentirte de hacerlo, pues en lo que pueda te enviaré al infierno!
Él volvió a reír, sus ojos la miraban con un brillo divertido.
—Verdaderamente me gustaría ver como haces eso, pequeña. Tengo la impresión de que tú me llevarás a otra parte, pero mucho más satisfactoria, belleza.
Amaya odiaba los comentarios sobre su belleza, sentía que era una manera de subestimarla como guerrera. Su mirada se tornó furiosa. Acorraló al príncipe contra la pared y puso el brazo en su cuello, ahogándolo.
—Escúchame bien ser asqueroso, no vuelvas a llamarme hermosa, ni bella. Yo soy una cazadora, no tu juguete personal y juro que te voy a destruir, así que deja de hacer esos comentarios sobre mí.
Ryu estaba por demás encantado de ese espíritu rebelde. ¿Cómo podría ella saber que su actitud solo lograba provocarlo aún más? Con ojos llameantes y sonrisa burlona, deshizo el agarre agresivo de la cazadora. La sujetó de las muñecas e intercambió posiciones estrellándola contra la pared.
Los ojos violetas refulgían divertidos, la sonrisa burlona bailaba en sus labios, Amaya lo odiaba. Él acortó la distancia entre ellos y la besó.
Amaya abrió los ojos con espanto y sorpresa ante lo que el vampiro estaba haciendo, a los pocos segundos comenzó a forcejear para deshacer el beso.
Cuando por fin el vampiro la soltó, ella estaba alterada y Ryu reía con descaro.
—¡No vuelvas a besarme, maldito vampiro! —La ira llenaba sus ojos azules, se restregó los labios con fuerza para quitarse la repugnante esencia del vampiro—. ¡Te odio! ¡Juro que disfrutaré cortarte el cuello!
Una carcajada resonó en la habitación, Ryu parecía por demás divertido.
—¡Debes saber que toda tu rebeldía solo lo hace aún más entretenido, pequeña!
—¡Eres un maldito!
—Eso dicen. A pesar de que todo esto ha sido bastante entretenido, debo irme —El príncipe puso la mano en su pecho e hizo un puchero burlándose—. Espero que puedas soportar mi ausencia, hermosa flor salvaje. —La sonrisa cínica curvó su boca y dejó parcialmente expuestos los colmillos—. Nos veremos más tarde, querida.