Escapando de un mal amor. Capítulo Por fin libres para amar
Tamia levantó a su hija del suelo con manos temblorosas, sus ojos empañados por la furia y la humillación.
—¡¿Qué es esto?! —gritó, sacudiendo a Vera con desesperación—. ¡Esto es una mentira, Pablo! ¡Una mentira! ¡Todo esto lo inventó Paulina! ¡Ella es una mujer infiel, manipuladora! ¡Tú lo sabes!
Pero Pablo no parecía conmoverse. De hecho, sus ojos, duros como el mármol, se clavaron en ella con un desprecio apenas contenido. Su mandíbula apretada y su voz rugió con una rabia acumulada.
—¡Mejor cállate, Tamia! —bramó, haciendo eco en toda la iglesia—. ¡Si no las denuncio es por respeto a los Darson, por la amistad que une a mis padres con ellos por años! Pero después de esto… ¡Lárguense! ¡Lárguense ahora mismo! ¡Y que te quede claro algo, Vera! —giró hacia ella, señalándola con el dedo—. ¡Yo nunca me casaré contigo! ¡Jamás! ¡Nunca!
Vera, aun de rodillas, se arrastró hacia él entre lágrimas, suplicante, rota.
—¡Pablo, por favor! ¡Perdóname! ¡Todo fue un error, no quería hacerte daño!
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