Escapando de un mal amor. Capítulo Amenazas vacías
Las luces frías de la comisaría parpadeaban como un mal presagio.
Tamia descendió del auto con el rostro descompuesto. A su lado, su esposo Catriel caminaba en silencio, rígido como una estatua de mármol, a punto de quebrarse.
Detrás de ellos, Samuel cerró la puerta del auto con fuerza contenida, sin comprender del todo lo que ocurría.
Al entrar, el ambiente era denso, casi irrespirable. Bastó con que Catriel mencionara el nombre de su hija para que un oficial los guiara a una sala apartada. Allí, sobre la mesa, había un sobre manila.
—¿Qué está pasando? —preguntó Catriel, con la voz trémula.
El oficial lo miró con pesar antes de deslizarle una carpeta con fotografías, capturas de pantalla y registros de llamadas.
—Su hija está detenida —dijo, directo—. Tenemos pruebas suficientes que la vinculan como cómplice intelectual en el intento de asesinato de la señora Paulina Juárez.
Un silencio brutal se apoderó de la sala.
Catriel palideció. Por un instante, pareció que el alma se le escapa