Ariana miró a Miranda, el miedo en sus ojos, como una tormenta oscura que la arrastraba a un abismo.
Un silencio pesado llenó la habitación, más pesado que el dolor que sentía en su cuerpo. La incertidumbre la abrazaba, y un sentimiento de impotencia la ahogaba.
Pero lo peor era el miedo a que alguien más arruinara su vida.
—¡No! —susurró, su voz, apenas un suspiro—. No quiero que arruines tu vida por mí…
Miranda la miró, con los ojos brillando de rabia contenida, pero sus palabras eran firmes, como si su mente no pudiera permitir dudas.
—¡Ariana, no digas eso! —dijo con voz temblorosa, casi suplicante—. No puedo quedarme de brazos cruzados. No puedo. No puedo quedarme con alguien como él, con alguien tan cobarde que prefiere el dinero a la verdad. No puedo… no quiero vivir en este mundo de mentiras.
Ariana apretó los labios, pero las palabras de Miranda eran como ecos en su mente rota.
Cada frase perforaba su alma, dejándola aún más vacía. Respiró hondo, sintiendo cómo la angustia y e