Alina llegaba a una de las casas seguras de Konstantin, mientras esperaba que Eyra y Nacho se dieran a conocer ante los Dixon como la ley suprema, se quedaría en espera de su llamada. Pero al entrar sintió ojos sobre ella, sacó su arma de inmediato y apuntó.
— Sé qué estás ahí – dijo esperando que diera la cara.
Comenzó a dar vueltas buscando con la mirada a la persona que estaba ahí, cuando alguien llegó por detrás poniendo un arma en su cabeza.
— ¿Así serán las cosas? – dijo cuando sintió la fragancia familiar de alguien.
— Hola Alina – soltó una risita, se alejó y la miró.
— Te conozco, aunque te haya visto una sola vez. Sé quién eres – lo miró – Hola Lebrant.
— Vaya, que tierna, solo nos vimos una vez y sabes quien soy – hizo un puchero – Se nota cuanto extrañaste a Konstantin – señaló su anillo.
— ¿Qué haces aquí? ¿Puedo hablar con él?
— Dijeron que para enfrentar al hijo de puta, necesitaban al mayor hijo de perra – se señaló a sí mismo. – Y aquí estoy – suspiro – El golpe fin