No voy a negar que Noah tiene el cuerpo de un atleta, bonito y de una fuerza contundente.
Mientras lo miro, me doy cuenta de las ganas extrañas que tengo de tocarlo de nuevo. No por complacerlo o porque sea lo que espera de mí, sino porque me apetece. Quiero saber cómo es tocar sus músculos con la yema de los dedos, si su piel bronceada es lisa o áspera. Quiero lamerle el cuello, colocar la lengua en el hueco por encima de su clavícula y descubrir cómo sabe esa piel de aspecto cálido.
No tiene sentido, pero lo deseo. Lo deseo a pesar de estar dolorida por su pene duro e incluso sabiendo que esto solo es una misión y nada más.
Apenas respiro cuando lo tengo al lado, se detiene y se pone en cuclillas.
Mi respiración se acelera de nuevo, el calor surge a través de mi cuerpo mientras presiona un beso en mis pliegues cerrados, sus labios suaves y dulces.
Apenas ejerce presión sobre mi clítoris, pero soy tan sensible a causa de mis orgasmos anteriores que incluso ese toque ligero me vuelve