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Xana estaba parada delante del espejo de la pequeña habitación donde se encontraba. Como todas las veces cuando despertaba se acariciaba su vientre preguntándose… porqué tenía aquellas marcas que parecían estrías, que aún si eran claras estaban allí.

Acaso había tenido sobrepeso y un vientre prominente, acaso este había crecido tanto que le habían dejado esas marcas. Mas no encontraba respuestas. Simplemente podía acariciarlo con la duda y una nebulosa en su cabeza que opacaba todos sus recuerdos.

En eso la puerta se abrió y un hombre apareció. El mismo que venía al menos cada tres días para revisar su estado y le daba medicina.

Y esta no fue la excepción.

-Oh, ya estás despierta- el hombre le sonrió de una forma extraña, como si tuviera lástima de ella.

Y como siempre hacía lo mismo. Encendía el incienso que se filtraba en toda la habitación con un olor pesado y que la tenía normalmente en un estado soñoliento. Y poco después vertía un líquido oscuro y espeso que nada olía bien en un
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