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White estaba tan atareado con el tema de que había encontrado a su mate que había olvidado que ese día saldría a correr con sus cachorros. Después de un año estos habían crecido favorablemente y habían alcanzado la altura similar a un niño de 4 años. Y era normal. Los lobos crecían muy rápido para su supervivencia, así como sus instintos e inteligencia se desarrollaba mucho más rápido que la de un humano. Sin embargo, sus crías al ser en parte humanas se comportaban más infantiles que la media.

Y eso a él no le molestaba, por el contrario, veía como parejas tenían que lidiar con los problemas de cachorros rebeldes mientras él con algunas palabras suaves podía apaciguarlos, lo cual tenía que hacer ahora.

Se arrodilló y rodeó las pequeñas cinturas de los dos cachorros. Que lindos eran y cálidos. Suavecitos y rodeados de feromonas olor a leche. Con sus cabellos plateados moteados de mechas doradas claras. Ojos grandes y brillantes, que comenzaban en color dorado y se abrían hacia el azul
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