El suave contacto de nuestros labios junto al arroyo había sembrado la semilla de una nueva cercanía, un entendimiento tácito que iba más allá de las palabras. A medida que nos adentrábamos más en el corazón del bosque, dejando atrás el claro donde nos despedimos de Liam, cada paso parecía acercarnos no solo a un destino desconocido, sino también el uno al otro. Una intimidad tierna y profunda florecía entre nosotros, manifestándose en pequeños gestos y miradas cargadas de un afecto que trascendía las barreras de nuestras experiencias pasadas y las palabras que podíamos pronunciar. El aire se sentía más ligero, más vibrante, como si un peso invisible se hubiera disipado con la partida de las sombras del pasado, dejándonos en una burbuja de pura conexión, un universo propio en medio de la vasta naturaleza.
Finalmente, el murmullo inconfundible de agua nos guio hasta un arroyo cristalino que serpenteaba entre las raíces nudosas de los árboles centenarios, sus aguas cant