El denso follaje del bosque nos envolvió en su abrazo esmeralda tras la partida de Liam y Lysander. Caminamos durante un buen rato, el único sonido el de nuestros pasos suaves sobre la tierra cubierta de hojas y el lejano trino de algún pájaro. La ausencia de Liam se sentía, sí, como un eco de la civilización que dejábamos atrás, pero en su lugar, una nueva intimidad comenzaba a florecer entre Aiden y yo, más profunda y palpable con cada paso. El aire se sentía más ligero, como si un peso invisible se hubiera disipado con la partida de las sombras del pasado.
Finalmente, el murmullo inconfundible de agua nos guio hasta un arroyo cristalino que serpenteaba entre las raíces nudosas de los árboles centenarios. El sol de la mañana se filtraba a través del dosel de hojas, creando patrones de luz y sombra en el suelo del bosque. Aiden se detuvo, ofreciéndome una mirada cansada pero amable, sus ojos dorados brillando con una luz suave que reflejaba la quietud del entorno.