Violeta despertó temprano, pero no se levantó enseguida. El peso de la noche anterior aún la envolvía. La conversación con Leonard se repetía en su mente como una plegaria antigua: su voz, su mirada, su promesa de acompañarla incluso en su laberinto.
Y ella... ella había sentido. Había sentido demasiado.
Se incorporó, cruzó el dormitorio descalza y se detuvo frente al espejo. Ya no se reconocía del todo. No era la misma que temía a cada sombra. Pero tampoco era la mujer libre que deseaba ser. Aún estaba en construcción. Aún estaba atrapada en una historia que no había escrito, pero que ahora tenía entre sus manos.
Al salir, fue interceptada por un mensajero sin aliento.
—Mi lady... una presencia inesperada ha solicitado audiencia. Viene desde los límites del dominio de Marlow. No quiso dar su nombre, pero muestra un anillo con el sello de los Thorne.
El corazón de Violeta dio un vuelco. Thorne. El apellido de Elian. Su herencia olvidada. ¿Quién podía estar relacionado con él? ¿Quién v