El fuego chisporroteaba suavemente dentro de la chimenea de piedra. Las llamas danzaban como espíritus naranjas, proyectando sombras largas en las paredes de la cabaña. Afuera, la tormenta había menguado levemente, aunque se escuchaban aún los ecos de truenos lejanos y el ulular del viento entre los árboles.
El príncipe Leonard estaba inclinado junto al hogar, reacomodando un tronco que se resistía a arder del todo. Sus mangas estaban remangadas hasta los codos y su capa descansaba sobre una silla cercana. El calor del fuego lo mantenía sin necesidad de abrigo, pero sus movimientos eran meticulosos, como si necesitara algo más que el calor para mantener la mente ocupada.
Lady Violeta Lancaster estaba sentada en una de las bancas acolchadas, junto a la ventana semicircular de la cabaña. El cristal empañado dejaba ver, con dificultad, la noche oscura y el reflejo borroso de su propio rostro.
Sus pensamientos estaban lejos.
"Esto no es real", pensaba. "Nada de esto puede ser real."
Aunqu