Capítulo 2

Capítulo 2

La chica estaba temblando de miedo, y lágrimas silenciosas bajaban por su cara mientras se aferraba al borde de su desgastado vestido. Su intuición le decía que, si hacía algún movimiento, todo acabaría mal. A ella no le importaba, pero estaba su hermano, quien fue el que la escondió allí para que el Alpha no la encontrara. Y ahora, con la llegada de un extraño, estaba segura de que la matarían.

El Alpha se quedó de piedra al ver a su mate de rodillas en el suelo, llorando en silencio. No sabía cómo moverse o qué hacer. Era claro que su mate estaba aterrada ante su presencia y no comprendía la razón de su temor, ya que su olfato no mentía: ella estaba verdaderamente asustada.

Gruñó ante la actitud de ella hacia su Alpha. Respiró profundo y entonces lo notó. En medio del olor a miedo, percibió su aroma a humana... y lo entendió. Ella no se había transformado: era completamente y únicamente humana.

Su lobo gruñó al comprender que el humano era el culpable de lo que le había pasado a su mate. Según él, si alguien no se transformaba, era débil, y la manada tenía libertad de hacer con esa persona lo que quisiera.

—¡Haz algo, maldita sea! ¡Nuestra mate está sufriendo! —gruñó furioso su lobo, rasgando las paredes mentales ante la imagen de su mate.

Él iba a hablar cuando otra presencia se sintió en la cabaña. Un desesperado Owen entró y quedó paralizado ante la escena frente a él.

La chica, al sentir la presencia de otra persona, levantó la cabeza y vio a su hermano de pie en la puerta. De forma automática corrió a sus brazos, buscando protección. Él la recibió con gusto: sabía que si el Alpha estaba allí, no era nada bueno.

—¡Quita las manos de mi mate! —gruñó el Alpha, su voz combinada con la de su lobo. Eso aterrorizó aún más a la chica y puso a la defensiva a Owen y a Daniel, su lobo, que al ver a la chica se llenó de rabia.

Owen rápidamente se arrodilló con la cabeza baja, en señal de sumisión, dejando atrás a su hermana y dijo:

—Alpha, le suplico que deje a mi hermana. Cualquier castigo que desee imponerle, yo lo aceptaré por ella, pero le ruego que le perdone la vida.

Su hermana, al oír que él era el Alpha, se puso mucho más nerviosa. Su miedo creció aún más, ya que él era quien daba las órdenes de todos sus castigos. Cuando el Alpha olió el miedo en su alma, se sintió muy mal. Tanto él como su lobo no sabían qué hacer. Estaba claro que ella había sufrido por sus órdenes.

—Levántate y ve con mi mate al vehículo. Serán llevados a la mansión —habló ya más calmado, al saber que él era su hermano y que, por lo visto, la protegía, aun si eso le costaba la vida.

Se fue de la cabaña sin dejar que él respondiera. Su corazón estaba herido. Las condiciones en que la encontró eran deplorables. Cada vez que la recordaba, algo dentro de él dolía. Solo podía imaginar todo lo que ella había sufrido, y aunque quisiera vengarla, no podría, ya que el autor intelectual era él. Solo él.

—Hermana, todo estará bien —trataba de consolarla su hermano, pero ella no podía dejar de temblar. Ahora que sabía que era la mate del Alpha, no sabía qué destino tendrían su hermano y ella.

Owen la abrazaba para darle calor, ya que al no transformarse no tenía las ventajas de un lobo.

Había pasado media hora cuando llegaron al vehículo, y este, ya con instrucciones, los llevó a la casa del Alpha.

Owen no sabía por qué confiaba en el Alpha. Antes temía que encontrara a su hermana, ya que si sabía que ella no podía transformarse, la mataría. Pero ahora que sabe que es su mate, su instinto le dice que él la protegerá.

De un momento a otro, el vehículo se detuvo. Ambos hermanos alzaron la mirada y vieron la entrada de lo que hoy sería su nuevo hogar.

—El Alpha dejó ordenado que ella sea llevada a su habitación, donde será atendida por las mucamas. Igual que usted —habló el señor que los traía.

Él solo asintió con la cabeza, y cuando estaba por caminar con su hermana, la puerta se abrió, saliendo de ella una mujer muy elegante, con mirada arrogante y postura de superioridad. Al ver a la chica, hizo una mueca de desagrado por su forma de vestir. Junto a ella, venía un grupo de sirvientas que serían quienes ayudarían a la chica.

—¿Qué se supone que hace esta andrajosa en mi casa? —preguntó con asco en la voz, sin disimular su mueca. Algo que pasó desapercibido para la chica, quien observaba todo a su alrededor. Pero para su hermano no fue así, y estaba dispuesto a poner a esa mujer en su lugar. Sin embargo, ella lo detuvo.

—No importa. Aquí no damos limosna, así que se pueden ir por donde vinieron. No conseguirán nada —demandó con soberbia.

Pero ella vio que nadie hacía nada. Los hermanos no se movían, y los guardias no sabían qué hacer, ya que tenían órdenes del Alpha. Sabían que si no las cumplían, sus cabezas rodarían, y si desobedecían a esa mujer, ella les haría la vida imposible.

—Lo siento, señora, pero el Alpha ha dado órdenes de que ellos serán colocados en una de las habitaciones del castillo —dijo el hombre que los traía. Y sin dejar que ella hablara, se retiró, sabiendo que ella pondría el grito en el cielo.

Las mucamas llevaron a la chica a su habitación. Ella ni se dio cuenta de cuándo la separaron de su hermano, pues estaba maravillada con el pasillo por donde la conducían.

Ella se dejó hacer todo lo que las mucamas quisieron, ya que no quería ser castigada por desobedecer. La bañaron, vistieron, peinaron y curaron sus heridas: tanto las de la espalda —unas que las mucamas observaron con asombro por su gravedad— como los moretones de brazos, piernas y rostro. Le aplicaron cremas hidratantes por todo el cuerpo.

Ella nunca se había sentido tan bien en toda su vida. Estaba confundida: si el Alpha era quien daba la orden de castigarla, ¿por qué hoy la trataba tan bien y la dejaba estar en una habitación que gritaba lujo por todos lados?

Las mucamas se fueron ya cuando la dejaron vestida con un vestido ceñido en la cintura, suelto en las piernas, con escote en forma de corazón sin ser vulgar. Le llegaba hasta la rodilla. De arriba se unía en el cuello como un lazo, dejando su espalda al descubierto. El cabello, suelto, ya que no permitió que le hicieran nada más.

Ella estaba sentada en la cama, ya que le habían dicho que el Alpha la mandaría a llamar. Muy obediente, esperaba en la habitación, aún con la curiosidad latente en ella.

—¡¿QUÉ ES LO QUE TE PASA?! ¿¡POR QUÉ ESA MUJER ESTÁ AQUÍ!? —chilló la mujer.

El Alpha acababa de llegar a su casa y fue recibido por los gritos de ella. Se pasó la mano por el rostro, frustrado. No quería discutir, solo deseaba estar con su mate y resguardarse en su aroma. Pero tendría que arreglar otro de sus errores y malas decisiones.

—Ojalá que esto no nos haga perder a nuestra mate —habló su lobo.

Porque sí: las malas decisiones que había tomado lo habían alcanzado, y una de ellas fue haberse acostado con Britania, hija de un Alpha del norte. No era una región tan importante, pero su ayuda podía ser valiosa, aunque realmente no la necesitaba: su manada era una de las más poderosas.

—Ella es mi mate y se quedará aquí —frío y sin anestesia. Así lo dijo él. Britania se quedó helada por unos momentos, procesando lo que su compañero había dicho.

—¿Y qué pasará? ¿Dejarás a tu hijo por ella? —preguntó mientras rompía en llanto, uno que, en vez de provocar algún instinto protector, solo causó arrepentimiento por sus malas decisiones.

—Claro que no —contestó el Alpha—. Pero ya no podrás quedarte aquí. Esta casa es de mi mate…

No terminó de hablar, ya que Britania soltó un chillido de enojo.

Porque sí, ella no se acostó con el Alpha solo porque sí. En sus planes estaba ser la Luna de la manada, y eso jamás lo perdería.

—¿Cómo puedes ser así después de que yo dejé todo por ti y por nuestro hijo? —cada palabra era acompañada de un mar de lágrimas (falsas, obviamente, pero muy bien actuadas)—. ¡No puedes echarme! Eres lo único que tengo, y sabes que si me voy, los demás no me van a respetar. Además, piensa en tu hijo: debe estar cerca de su padre, si no, podría perderlo…

Y claro, ella sabía que a pesar de todo, un Alpha vela por todos, en especial por su propia sangre. Eso lo usaría a su favor.

—Nada te pasará. Pero debes entender que ahora que encontré a mi mate, ella se volvió…

Y por segunda vez fue interrumpido.

—¡Así que eso es! Pues no importa, porque no solo llevo a tu hijo… ¡también estoy marcada por ti! Así que, según las leyes, tendrás que rechazarla ahora que tienes compañera… y un hijo en camino, Amón.

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