Capítulo 3
Amón, Alpha más poderoso de la manada Grecia Dorada, una de las primeras y más influyentes de todo el mundo, se encontraba contra la espada y la pared, pues lo que Britania había dicho era cierto. Sin embargo, tanto él como su lobo no estaban de acuerdo con lo que la ley les mandaba. No había buscado a su mate durante tanto tiempo para ahora perderla por sus errores. No importaba cómo ni cuándo, él lucharía por su destinada para poder estar junto a ella sin que nadie lo impidiera.
Después de que Britania se fuera —no por su voluntad—, él se quedó en su despacho, pensando en cómo solucionar los problemas en los que él mismo se había metido. Tenía que encontrar una manera de estar con su hijo sin alejarse de su mate.
Pero lo que él no sabía era que esa noche todo iba a cambiar.
En otra parte del castillo, estaba una joven que observaba con curiosidad su habitación. Nunca había estado en un lugar igual. Su sótano siempre estuvo oscuro, y cuando era niña su habitación era sombría, sin gracia. En cambio, esta era muy grande y en cada rincón gritaba riqueza. Incluso le daba miedo tocar las cosas por temor a romperlas o dañarlas.
Casi nadie llegaba a su habitación. La única persona que la visitaba era una señora de edad, pero bien conservada, que le dijo llamarse Blanca. Ella era la encargada de que todo en el castillo estuviera en orden. Le dijo que si algún día necesitaba algo, podía pedírselo con confianza, que con gusto la atendería. También le contó que había criado al Alpha Amón —como ella lo llamó— y que, según su criterio, después de años buscando a su mate, se había vuelto un amargado, aunque en el fondo era buena persona.
Ella solo asentía a lo que le decían. Después de tantos años sin hablar, ya no lo sentía necesario.
Blanca le había preguntado su nombre, pero ella no respondió. La mujer pensó que simplemente no se lo diría, pero la chica tomó papel y lápiz, y empezó a escribir. Blanca entendió que esa sería su forma de comunicarse.
Cuando la empleada se fue, la joven se quedó sola y comenzó a quedarse dormida... hasta que la puerta de su habitación se abrió.
Por ella entró Amón, quien vio a su mate sentada en la cama, observando cada uno de sus movimientos.
—Hola, pequeña —saludó Amón, pero como siempre, no recibió respuesta.
Cuando quiso acercarse, ella empezó a temblar. Esa fue la señal para que él se detuviera. Aunque después del baño y de que curaran sus heridas se veía mucho mejor, eso no significaba nada comparado con todo lo que había sufrido.
—Mi nombre es Amón, preciosa. ¿Cuál es el tuyo? —preguntó él, pero ella solo lo miraba en silencio.
Estaba perdiendo la paciencia con la situación. No sabía qué hacer para que confiara en él, para que entendiera que no la lastimaría.
—Es irónico que digas eso, cuando tus decisiones serán las que más la dañen —le reprochó su lobo con rabia, aunque al estar cerca de su mate, ambos se calmaban.
Él simplemente lo ignoró, pero sabía que era verdad: no tenía derecho a reclamar nada, mucho menos exigir, no cuando él mismo era el culpable de todo.
—Sé que no nos conocemos, y que todo lo que has pasado es por mi culpa, pero de algo puedes estar segura: nadie volverá a molestarte. Siempre estarás protegida. Nunca más tendrás que temer a nadie. Sé que será difícil confiar en mí y en lo que te digo, pero estaré aquí solo para ti, hasta que tus miedos desaparezcan —habló con sinceridad.
Amón estaba dando todo de sí en esas palabras. Aunque no lo admitiera, el lazo entre ambos se fortalecía más con cada segundo, aunque en ella era poco predecible por el temor que todavía la dominaba.
El Alpha se acercó de manera lenta para no asustarla. Ella, poco a poco, comenzó a relajarse, aunque aún mantenía la guardia alta, preparada ante cualquier error.
—Sé que esto será difícil, pero quiero que vengas conmigo. Tengo una sorpresa para ti —le dijo.
Ella estaba renuente, pero aunque no quisiera ir, tendría que hacerlo. Él era el Alpha, y todo lo que dijera debía cumplirse.
De manera automática, se levantó de la cama y bajó la cabeza. Amón observó esta acción y sus ojos se oscurecieron; la ira creció dentro de él, tanto por sí mismo como por todo lo que ella había pasado.
Trató de calmarse, no quería asustarla ni arruinar la sorpresa. Con la mano le indicó que saliera de la habitación.
Ambos comenzaron a caminar, pero ella iba detrás de él, con la cabeza gacha. Él se detuvo, y por reflejo, ella también.
—No es necesario que camines detrás de mí… tú no… ven, camina a la par mía —le pidió. Pero al ver que no lo hacía, se acercó y le tomó la mano.
Ella, al sentir el contacto, empezó a temblar y se tensó automáticamente. El Alpha percibió su miedo, pero no retiró la mano, obligándola a caminar junto a él.
Esa noche, la luna fue testigo de cómo dos almas comenzaban una unión en una sola... pero también de cómo, en otro lugar, un ser de pura maldad despertaba, buscando la fuente de vida que le daría el poder para dominar su verdadera naturaleza.
El juego estaba por comenzar... y los jugadores aún no sabían si eran los cazadores o las presas.