97. Supongo que me pasé un poco
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El reloj del hospital seguía marcando el pasar de las horas. El pasillo está en silencio, apenas interrumpido por el zumbido constante de las máquinas de monitoreo. Dentro de la habitación, Nora no se ha movido en horas. Desde que Silas entró en ese cuarto, ella decidió que no se iría hasta verlo abrir los ojos.
Come, duerme y se baña allí mismo, en esa habitación blanca que ya huele a desinfectante y a café recalentado. Las enfermeras intentaron convencerla de descansar, pero es inútil. Nora solo se levanta para lavarse el rostro o dar unos pasos hasta la ventana. Por lo demás, vive sentada al borde de la cama, sosteniendo la mano de Silas como si ese gesto pudiera mantenerlo con vida.
Con ayuda de Ciro y del equipo de relaciones públicas —esos expertos en manejar crisis y en maquillar la verdad—, lograron suprimir la noticia del atentado. Nada salió a la prensa, ni una sola foto, ni una palabra. El nombre de Silas Wyckham seguía limpio. Jeremy se encargó del resto: los testigo