58. Un día antes de la boda.
Sus pasos resonaban en el pasillo de piedra como martillazos en su propio cráneo. Cada pisada era un recordatorio de lo que pasó, que estaba vivo pero no entero. Los ojos le ardían, no por lágrimas contenidas, sino por la sal que ya le había corrido por las mejillas sin permiso. Quería desplomarse en su catre, hundir la cara en la almohada y gritar hasta quedarse sin voz, hasta que el mundo se tragara su vergüenza. Se sentía sucio. Usado. Violado.
La palabra se le clavó en la garganta como un hueso de aceituna, y la escupió mentalmente, negándose a pronunciarla.
Nunca había temido a la muerte. Ni al dolor. El dolor físico era un animal conocido: mordía, rugía, pero se iba. La muerte era un sueño sin despertar. Pero esto… esto era otra cosa. Siempre había sido cuidadoso con su cuerpo, con quién se acostaba, con lo que dejaba entrar. Nunca se había entregado sin un sentimiento de por medio, sin un nombre que significara algo. Y ahora, su propio cuerpo le parecía un traje ajeno, manch