Era de noche, Eryn lo sabia. No se escuchaba el barullo de los hombres hablando y riendo como antes, quiza estarían durmiendo y solo dos o tres se habían quedado despiertos para hacer guardia.
La temperatura habia bajado, si a la mañana se sentia un poco de frío, ahora que el sol se ausentaba las temperaturas eran muy bajas. Tenia frio su vestimenta a pesar de siempre ser muy tapada no era calida en realidad, ademas de la ausencia de su bufanda.. Todo estaba mal. Suspiro pesadamente, mirando aburrido a su alrededor. ¿Cuanto tiempo lo iban a tener ahí? No era un noble por lo que sus secuestradores no tendrían recompensa por devolverlo. Ademas si era para quitarle información, si él hablaba luego lo iban a matar porque ya no lo necesitarían, pero si no hablaban, quiza lo torturen. De las dos maneras tenia el mismo final. La tienda se abrio por un momento, dejando pasar al sujeto extraño de hace rato, con esa mirada peligrosa la cual parecia desnudarlo cuando posaba su ojos en su cuerpo. Realmente lo incomodaba. Preferida mil veces la mirada arrogante y sonrisa egocéntrica de Evdenor, él a pesar de jugar con su paciencia, nunca lo hizo sentir así..., tan vulnerable como este tipo. Pero a pesar que lo intimidaba, Eryn no bajo la mirada en ningun momento. Si demostraba miedo seria peor. —¿Quien eres?—volvio a preguntar a los que Eryn rodo los ojos. —El sriviente personal de Evdenor—Dijo sin tapujos ni emoción. —¿Personal?—dijo extrañado—, Evdenor nunca habia tenido un sirviente personal. —Sorpresa, ahora si—Respondio rapido Eryn dando una sonrisa falsa de felicidad, la cual borro rapido dando a entender que era forzada. Lysandrel sonrio aun mas interesado que antes. —Evdenor consiguio un juguete bastante interesante—Solto un suspiro exagerdado—, que envidia. —... Eryn solo bajo la mirada ya cansado de todo, estaba muy ansioso y su cuerpo dolía, era seguro que no aguantaria mucho ahí. Siempre fue de cuerpo débil, por eso debia cuidarse el doble. Su madre siempre lo regañaba y olbigana a ser mas cuidadoso.. —Cuentame, ¿Que hace el príncipe en su dia a dia? ¿Asistes tú a las reuniones que va él? El mago bufo y con una sonrisa arrogante volvio a mirarlo. —Suelta las cuerdas y te dibujo hasta que desayuna en las mañanas—Dijo con obvio sarcasmo. —Sabes… —murmuró Lysandrel, acercándose con pasos tranquilos, casi silenciosos—. Me cuesta creer que un simple sirviente cause tanto alboroto y tenga una lengua tan afilada como la tuya. Eryn no respondió. Estaba atado a una silla de madera fría, sus muñecas adoloridas por el roce de las sogas. Su bufanda no estaba. Sentía la garganta expuesta, como si lo hubieran desnudado frente a un ejército. Para completar su desgracia el frio poco a poco se filtraba en el campamento. —¿Cómo te llamas? —preguntó el príncipe, rodeándolo lentamente como si estudiara una pieza rara en exhibición. —Eryn —dijo con voz tensa, conteniendo el temblor que amenazaba con delatarlo. Lysandrel se detuvo frente a él. Sus ojos azul helado descendieron por su rostro, examinándolo con descaro. Levantó una mano enguantada y, con gesto pausado, acarició su mejilla, apartando un mechón de cabello sudado que le caía sobre la frente. —Tienes un rostro muy atractivo para ser un criado —susurró, con una sonrisa que no alcanzaba los ojos—. Piel pálida, sin marcas… como la de alguien que no ha trabajado bajo el sol. Curioso, ¿no? Eryn giró el rostro, incómodo, pero Lysandrel no se apartó. Su mano bajó lentamente por el mentón hasta el cuello descubierto. Con un gesto suave, pero firme, lo obligó a alzar un poco la cabeza. —Sin tu bufanda luces más frágil. Más… real —dijo, y en un movimiento inesperado, se inclinó hasta que su aliento rozó la piel del muchacho. Entonces, sin previo aviso, pasó su lengua por el lateral del cuello. Eryn se estremeció, sintiendo un nudo en el estómago, una mezcla de rabia, vergüenza y miedo. Tiró de las cuerdas, inútilmente. —Suave como seda… —murmuró Lysandrel con deleite, erguido de nuevo—. ¿Qué clase de criado tiene piel tan bien cuidada? ¿Qué secretos guardas bajo esa actitud humilde? No obtuvo respuesta. Solo los ojos oscuros de Eryn, llenos de odio contenido. —Tu silencio me intriga aún más. —Se dio la vuelta sin molestarse en mirarlo de nuevo—. Me gustas—admitio pero no lo dijo de una forma romantica, sino posesiva—, creo que le quitare su pequeño juguete a Evdenor. Eryn se mordio el labio e intento que sus ojos no se nublaran por las inmensas ganas de llorar que tenía. No queria esto, tenia miedo, su labio temblaba y no del frio, sintio que le faltaba el aire por un instante y como su cuerpo se sentia mas débil de lo normal. —Al amanecer, preparate porque iras a mi reino, como mi nueva adquisición—Dijo por ultimo saliendo del campamento. "No,no,no" era lo unico que pensaba, no queria que ese hombre se lo llevara, sabia que no le haría nada bueno y temia por su integridad fisica. Habia maldecido tanto a Evdenor y resultaba que era preferible servirle a él que a otros como este tipo. Eryn intento utilizar su magia, concentrandose en lo que queria hacer, fijo sus ojos en la pequeña mesa en especial en un cuchillo de plata que estaba ahi; intento levantarlo con la vista, lo cual funcionó pero gracias a la emoción que sintió al poder levantarla perdio la concentración haciendo que cayera al suelo haciendo un ruido metalico. —Mierda Eryn, por qué eres tan estupido—Se dijo asi mismo en un susurro e intento de recordar los hechizos y conjuro que su madre le habia enseñado. Su madre sabia que alguna vez lo podian capturar por lo cual paracticaban hechizos de escape como destar una cuerda con solo su susurro. —Bien, me acuerdo de ese hechizo...,creo—Dijo para si, cerrando los ojos y murmurando aquel hechizo. Mas sin embargo como era de esperase lo habia hecho mal, provocando el efecto contrario. Las ataduras se hicieron aun mas fuertes y firmes que antes provocando que Eryn soltara un jadeo alto por el repentino dolor en las muñecas. Iba quejarse de sí mismo, pero escucho un estruedo fuera de tienda que lo asusto. ¿Que habia sido eso? —————— Evdenor se deslizó entre la maleza como una sombra. A varios metros detrás de él, había dejado a cuatro de sus mejores caballeros en posición. No necesitaba ayuda. No esta vez. Habia tardado mucho en volver al bosque, su padre casi lo atrapaba haciendo de las suyas otra vez. Si se entereba que habia salido sin autorización, escolta y encima perdido a su sirviente en una emboscada; era seguro que le hiciera pasar tres dias en las mazmorras. Pero lo bueno era que habia logrado volver, solo que de noche. Aunque negara a sus caballeros de estar preocupado por su criado, era mentira porque si lo estaba, aunque solo un poco. Puesto a que conocia a Lysandrel y como habia atrapado al equivocado no lo mataría, aunque estaba seguro que si se atreveria hacerle otras cosas a Eryn. Lysandrel a pesar de ser el príncipe heredero de Azveria, tenia una mala fama que hacía que todos los que cayeran en sus garras termiaran muertos o peor aun, siendo uno de sus juguestes. Lo unico que esperaba Evdenor era que Eryn no hubiera despertado el interes del príncipe se Azveria porque si fuese así, no le esperaban cosas buenas. Sus ojos afilados, como los de un halcón, ya habían localizado el campamento enemigo: una pequeña fogata aún encendida y tres guardias en vigilia. Esperó entre los arbustos hasta que uno de ellos se separó ligeramente para orinar. Fue su primera baja, rápida y sin un sonido más allá de un suave jadeo final. Luego vinieron los otros dos. En un solo movimiento, como un susurro mortal en la oscuridad, sus cuerpos tocaron el suelo. El príncipe no dejó de moverse. Sabía que el tiempo era vital. Algo le decía que Eryn aún estaba dentro, que no podía estar lejos. Cuando se acercó a la entrada de la gran tienda de campaña central, una figura salió de entre las sombras. El azabache quien bostezaba aburrido, vestido con los colores de Azveria, se detuvo bruscamente al reconocerlo. —Evdenor... —murmuró Lysandrel, retrocediendo un paso. En ese momento Lysandrel no tenia su arma consigo. Evdenor lo miró con furia contenida. Sin pensarlo, alzó su espada y apuntó directo a su pecho. —Tú tienes algo que me pertenece —espetó con voz fría y autoritaria. Lysandrel apenas alcanzó a abrir la boca cuando, desde el interior de la tienda, se escuchó un leve jadeo. Ahogado. Doloroso. Evdenor frunció el ceño. Reconocería ese sonido en cualquier parte. —¿Qué le hiciste? —exigió, dando un paso más, su hoja rozando la tela del abrigo de Lysandrel—. ¿Qué le hiciste a mi sirviente? —Tu sirviente... —repitió el otro príncipe, intentando mantener la compostura, aunque su voz temblaba un poco.—¡Ah!, ¿Eryn verdad?—Dijo fingiendo recordar. El azabache era bastante astuto y a pesar de tener un arma en el pecho no se inmuto. —Es bastante bonito—Dijo provocando al otro príncipe que apretó aun mas la espada contra su pecho—¿Donde lo conseguiste? —Guíame a donde se encuentra. Ahora. —El tono de Evdenor era como el filo de su espada: sin espacio para réplica. Lysandrel levantó las manos, en señal de paz, y se giró lentamente. —Está bien. Sígueme. Evdenor no bajó la espada mientras lo seguía. Sus pasos eran firmes, su mirada clavada en la espalda del otro príncipe, lista para atacar al menor intento de engaño. Sabía que estaba cerca. Y si Eryn había sido tocado de la forma equivocada... Haría arder todo Azveria si era necesario. No permitirá que Lysandrel se burle de esa manera de él. Conocia a ese desgraciado y sabia que creía todo lo que él tuviera. Inclusive a un simple sirviente, que quiza ya no era tan simple. Evdenor admitió que Eryn era alguien especial, que a pesar de no caerle bien, este hacia muy bien su trabajo y le hacia a sentir al príncipe que no estaba hablando con un inferior, Eryn lo trataba como un igual a pesar de que se tratase del mismismo heredero de la corona. Y eso le gustaba a Evdenor. Lysandrel empujó con suavidad una lona que colgaba a modo de puerta. La tienda estaba apenas iluminada por una linterna de aceite colgada de una viga, y el aire estaba cargado de un leve aroma a incienso y algo más… dulce. Evdenor apretó los puños cuando sus ojos se clavaron en la figura atada a una silla, en el centro del espacio. Eryn. Su bufanda roja que le habia regalado no estaba. Su cuello y rostro quedaban expuestos bajo la luz tenue de la linterna, y su piel —siempre pálida— lucía aún más frágil, casi enferma, quiza producto del cansancio y la falta de alimentos, puesto a que Eryn no comió bien y en todo ese dia solo lo vio comerse un pedazo de pan. Tenía la cabeza gacha, mechones oscuros cayendo como cortina sobre sus ojos… hasta que los levantó. Y entonces, brillaron. —¿Evdenor…? —susurró, y en un parpadeo sus labios se curvaron levemente, a pesar de su estado—. Si volviste por mí solo para presumir tu heroísmo... juro que te muerdo. Evdenor soltó un suspiro pesado y rodó los ojos, bajando lentamente su espada mientras se acercaba. Tenia su sarcasmo, estaba relativamente bien. —Eres insoportable incluso en situaciones como esta. —Y tú llegas tarde incluso para rescatarme… —murmuró Eryn con voz débil, pero cargada de su mordaz sarcasmo. A un lado, Lysandrel observaba la escena con los brazos cruzados, apoyado en un poste. Una sonrisa ladina se dibujó en su rostro. —Es encantador, ¿no crees? —comentó con voz suave, mirando de reojo a Evdenor—. Si no te importa… podrías dejármelo. Te juro que lo cuidaría mucho mejor. Evdenor se giró lentamente hacia él, el ceño fruncido. —¿Perdón? —Vamos, está claro que no es un simple sirviente —Lysandrel dio un paso más cerca, sonriendo con descaro—. Tiene algo… especial. Es provocador, inteligente, y esa piel suya es tan perfecta que es una lástima esconderla tras telas feas. Lo deseo. Evdenor lo interrumpió con voz baja, pero llena de amenaza: —No lo toques. Ni lo mires de esa forma—Evdenor se coloco frente a Eryn asi evidando que el otro lo siguiera deborando con la mirada. —No será otros de tus juguetes. Lysandrel alzó las cejas, divertido. —¿Te estás encariñando con tu siervo, príncipe de Haro? Qué interesante… Evdenor no respondió. Se inclinó hacia Eryn, sacó su daga y cortó las ataduras con rapidez, mientras su mirada no abandonaba al príncipe azabache. Cuando por fin Eryn cayó hacia adelante, Evdenor lo sostuvo con un brazo. Eryn apoyó su frente en su hombro por un instante, y murmuró con ironía: —Al menos no viniste solo por el espectáculo… ¿verdad? Evdenor no respondió, pero sus dedos se apretaron con más fuerza alrededor de su cintura. —Tú tambien cierra la boca, que no ayudas mucho—Dijo ayudando al menor a ponerse de pie. Y Lysandrel solo los observó marcharse, su sonrisa aún presente… pero con un brillo distinto en los ojos. Como si supiera que se veía algo interesante. El rubio al alejarse un poco del campamento de su rival, se detuvo observando que su sirviente los seguia muy de cerca, con su mano temblorosa habia cogido un poco de la camisa de Evdenor, como si tuviera miedo de perderse o que el príncipe decidiera dejarlo ahi. Con suavidad Evdenor saco la tela de las manos ajenas, el cual por fin levanto la mirada confundido. Evdenor no dijo nada, solo se saco el abrigo de piel que traía y en un rapido movimiento paso por los hombros de Eryn, cubriendo su pequeño cuerpo del frio. —Te vas a congelar—Fue lo unico que dijo y por primera vez se quedaron en un silencio comodo. Eryn no le reclamo nada, no ahora. Tomo parte del abrigo y lo miro con curiosidad antes de llevarla cerca de su rostro para sentir mas el calor y de paso, sutilmente olfatear. »Si, huele a él« fue lo que pensó y ese gesto no paso desaprecibido por el príncipe. Con un fuerte silvido que hizo el Príncipe, al poco tiempo Eryn fue capaz de divisar en la penumbra unos caballeros que se acercaban a ellos. —¿Todo bien?—Pregunto Bertrand bajandose de su caballo y al mismo tiempo obreciendole la cuerda de su caballo al príncipe. —Esta entero, te lo dije—Presumio Evdenor intnetando que la tención del momento pasado pasara un poco. —Idiota—macullo el de menor estatura curiendose mas con el abrigo ajeno. —Eryn—llamó Bertrand—vinimos por ti, vamonos a casa—Dijo gentilmente. Esas plabras calentaron el pecho del menor, el cual solo podia pensar lo bien que habia sonado casa, extrañaba pertenecer a una familia... Y solo por ese momento permitió que su corazón se engañara, pensando que el mismo reino que destrullo su hogar, se convierta en su nueva casa. Eryn apretandose aun mas el abrigo por su cuerpo se acerco a Bertrand y lo miro con afecto y respondio: —Vamos. Evdenor solo pudo sonreir ante la escena, quiza no habia sido tan malo que su padre hubiera sugerido a ese chico como sirviente suyo. ————— Entrar al castillo había sido el desafío real, pues había guardias por todos lados y se suponía que Evdenor estaba durmiendo a esas horas. Así que tuvo que entrar por la puerta principal de la habitación de Eryn para evitar que lo vieran. Una vez dentro, el rubio rápidamente empezó a quitarse las botas y el resto de su ropa ante la atenta mirada de Eryn, quien ni se inmutó por la escena. El príncipe se colocó el pijama antes de estirar su cuello, un tanto estresado, y sentarse en la cama, sin pesar. Como si hoy solo hubiera dado un paseo largo. No se disculpó, ni se arrepintió por lo que había pasado. Bueno, al menos eso era lo que pensaba el menor por la actitud tan fresca que mostraba el heredero. —Ya deja de mirarme así —gruñó—. Solo pregunta, pero sé rápido, que tengo sueño. Eryn se acercó a la cama, quedando parado al pie de la misma. Evdenor sonrió inocente y palmeó la cama, en indirecta para que se sentara, pero sabiendo que el menor no lo haría. Solo seguía molestándolo. —¿Quién era ese?, ¿por qué parecía que te conocía tanto y te odiaba de la misma manera? ¿Y... por qué nos dejó ir como si nada? —Dije rápido, pero no tanto —suspiró pesadamente—. Es Lysandrel Vieron, legítimo heredero de la corona del reino Azveria. Más conocido como el príncipe azul. —¿Príncipe? —cuestionó sorprendido—. ¿Por qué te atacaría así? ¿Quiere que haya una guerra entre sus reinos? —No quiere eso. En realidad, los altercados contra mi persona de su parte vienen desde hace años. Para ser exactos, desde los diez años —Evdenor sonrió engreído—. Siempre me tuvo envidia e intentaba atacarme abiertamente en las reuniones de los reinos, pero nunca me ganó. Nuestros padres tampoco se llevan bien, es una disputa que viene desde la guerra mágica. El reino Haro quería acabar con todos los magos y el reino Azveria los refugió, solo para ser más fuerte que nuestro reino. Los antiguos reyes de Haro advirtieron que, si ellos decidían proteger y refugiar a esa gente, no tendrían buenos tratos políticos de nuestra parte. Nunca hubo un altercado formal de parte de ninguno de los dos reinos, porque no queremos que muera nuestro pueblo. Sin embargo, Lysandrel siempre me ha atacado de sorpresa en mis misiones o cuando salgo de caza; estoy acostumbrado. Lo hace a escondidas de su rey, por supuesto. —¿Qué pasa si logra matarte? ¿Acaso no habría una guerra por eso? —No es idiota… bueno, no tanto —rió—. Solo lo hace cuando estoy sin mi guardia real, por lo que nadie vería quién me atacó, o simplemente mi cuerpo va a desaparecer; después de todo, los árboles no hablan. —Si sabías que era una posibilidad que ese príncipe te tendiera una trampa, ¿por qué saliste sin la guardia real? —Necesitaba emoción. Lo que no me esperaba es que no hubieras puesto mi espada con filo. Eryn giró la vista hacia un costado. "Bueno, ese detalle sí fue su culpa". —No nos persiguió cuando te rescaté, solo porque ya sabía que tendría consecuencias —Evdenor saboreó el gesto de molestia en el rostro de su sirviente. Ahora tenía sentido todo: cómo ese sujeto hablaba con tanta seguridad de Evdenor, cómo quiso llevárselo solo porque supo que era sirviente personal del rubio. Era tan extraña la situación, y Eryn solo quería saber cómo había terminado en medio. Bien su madre le había dicho que viviera sin llamar la atención, como un pueblerino más. Tenía mala suerte. Demasiada. Eryn giró sobre sus talones para volver a su habitación ya teniendo todas sus respuestas, aunque luego recordó un pequeño detalle, el cual hizo que volviera a girar para encarar al príncipe. —Eres un manipulador —acusó, y Evdenor apretó sus labios para evitar una sonrisa. —¿En qué te basas? —Me miraste con una seguridad increíble y endulzaste mi oído para luego usarme para escapar. —No lo recuerdo así —dijo pensativo—. Solo quedamos en correr en direcciones diferentes, y a quien atraparan sería una lástima. —¡Tú, eres un maldito manipulador! Lo pasé mal, ¿sabes? Encima perdí mi bufanda. —Vamos, te regalo otra, pero deja de llorar —dijo acostándose y cubriendo su cuerpo con la manta. Eryn lo maldijo, en serio lo hizo. Cómo lo detestaba. Algún día se vengaría. Pero, de algo estaba seguro el pequeño mago, la experiencia de ese dia lo habia hecho pensar. Tenía que practicar su magia, si estaba cerca de ese príncipe, siempre estaría en peligro y no podía depender de Evdenor siempre. No porque dudara de la protección del rubio, hoy a pesar de que lo habia abandonado en el bosque, Evdenor volvío por él y no cualquiera lo hubiera hecho. Después de todo Eryn era considerado solo un sirviente allí. Sin embargo pareciera que el rubio tenia principios..., y un alma. No era tan malo como él lo suponía y empezaba a entender porqué todos los idolatraban. Sin embargo no le caía bien y no creía que pudieran a llegar hacer algo mas que siervo y amo. No pasaría... . . . .