Myra estaba parada fuera de la oficina de Kael. Había estado insistiendo toda la mañana para hablar con él, pero simplemente la ignoraba.
Cuando ya se iba, la puerta se abrió.
Allí estaba Sareth, con la mano entrelazada a la de Kael. Estaban juntos.
—Kael… no puedo creer esto. ¿Qué haces tomado de la mano con esta… abominación? —gritó Myra, roja de rabia.
—Cuida tus palabras, Myra. —Kael respondió con la voz firme, corta de paciencia.
—Me has ignorado toda la mañana y todo por esta maldita…
—No voy a quedarme aquí a que me insulten. —Sareth soltó la mano de Kael y le dio un beso—. Nos vemos en la fiesta más tarde. Dejaré que aclaren sus… asuntos.
Kael la observó marcharse; su perfecta silueta se perdía mientras él se preparaba para enfrentar a Myra, que claramente no venía en son de paz.
—Bueno, Myra —dijo Kael al entrar en la sala—, habla. ¿Qué es eso tan urgente?
Ella entró en su oficina sin esperar invitación. Kael, sin más opciones, entró detrás de ella y se sentó en su silla, tra