*—Antonella:
Caminaron de regreso al coche en silencio. Max le abrió la puerta nuevamente, y esta vez ella aceptó el gesto con un simple asentimiento. Se acomodó de nuevo en el asiento del copiloto, sintiendo cómo el cuero frío contrastaba con el calor de la chaqueta que aún llevaba puesta.
Max encendió el auto, no para marcharse, sino para activar la calefacción. El suave zumbido del motor llenó el silencio tenso entre ellos, mientras el aire cálido comenzaba a colarse poco a poco en la cabina. Aun así, él no se movió. Se quedó quieto, con las manos apoyadas en el volante como si este fuera su único punto de anclaje, como si estuviera reuniendo el valor para soltar una verdad que le pesaba desde hacía demasiado.
Antonella lo observó en silencio, sintiendo cómo su pecho se comprimía. El resplandor tenue de las luces del parque se reflejaba en sus ojos, volviéndolos más oscuros, casi tristes.
—Siento todo lo que pasó —murmuró Max al fin, sin mirarla aún.
Antonella parpadeó, sorp