Los Cobardes No Avanzan.
Leo no recordaba la última vez que había sentido algo tan parecido al fuego dentro del pecho: no miedo, ni dolor, tampoco frustración. Era rabia, pura, cruda, destilada.
La clase de rabia que te tiembla en los dedos aunque intentes disimularla. Que te afila la voz hasta volverla un arma.
Porque estaba viendo el informe frente a él, flotando sobre la mesa holográfica.
Livia.
Conversión Finalizada.
Asignación prioritaria: capturar a Isela.
Tuvo que parpadear. No podía estar leyendo bien.
Livia.
La misma Livia que ni siquiera pertenecía al Consejo. La misma chica que siempre habían tratado como daño colateral, un número más en la estadística de “víctimas inevitables”. Ahora tenía un rango por encima del suyo.
—Esto tiene que ser un error —dijo sin girarse hacia sus padres—. Tiene que serlo. ¿Cómo pudieron… ponerla a ella?
El salón estaba tan silencioso que incluso el zumbido de los proyectores parecía agresivo. Su padre, en la cabecera, adoptó esa postura rígida de siempre, brazos cruzad