El túnel olía a humedad y electricidad vieja. El agua de la lluvia se filtraba desde las rejillas superiores, cayendo en chorros finos que salpicaban las paredes oxidadas. Cada paso de Damian resonaba como un golpe seco en la losa, y el eco se prolongaba más de lo normal, como si el túnel respirara.

Isela avanzaba entre él y Selena, los brazos cruzados sobre el pecho, temblando no solo de frío. Sus ojos no dejaban de saltar de un lado a otro, buscando un sentido a todo. Livia iba detrás, cuchillo en mano, la mirada clavada en la oscuridad, su respiración agitada pero controlada.

Selena caminaba última, la pistola apuntando al suelo, pero lista para alzarse en un segundo. Sentía cada gota de sudor en la nuca. Lo que Damian había dicho le martillaba en la cabeza: el Consejo te crió para esto. El cuaderno solo funciona contigo.

El rugido profundo volvió a escucharse, más cerca. Esta vez fue un sonido vibrante, metálico, como cadenas arrastrándose. El túnel entero tembló, desprendiendo po