El apartamento de Senay seguía sintiéndose como una celda de lujo, pero al menos estaba rodeada de rostros amigos. Después de dos días sin comunicación con el mundo exterior —es decir, sin hablar con Horus—, el investigador de su abuelo, un hombre silencioso y eficiente llamado Tamer, le entregó un informe actualizado.
Tamer había trabajado rápido, usando contactos independientes. La información era devastadora. La toxina encontrada en la sangre de Senay había sido analizada de nuevo.
—Señora —dijo Tamer, con respeto—. La sustancia que se le administró es de origen sintético. No es un veneno accidental. Es una toxina totalmente abortiva. Actúa lentamente, pero tiene un solo propósito.
Eso quiere decir que todo fue planeado por alguien. No fue un error, no fue una coincidencia, no fue un accidente médico. Fue un acto deliberado, premeditado y cruel.
Eso la deja en shock. Senay se desplomó de nuevo en el sofá, las manos cubriendo su boca. Las lágrimas ya no salían; solo quedaba un dolor