Lina se encuentra en su cama, mirando una película, comiendo papas Lays y bebiendo Sprite; sola, aburridísima y enojadísima, de vez en cuando masculla por el aburrimiento y por tener que estar en cama sin poder hacer nada conforme todos a su alrededor seguían enfrascados con sus vidas. Mientras afuera parecía que el tiempo volaba a una velocidad descomunal, dentro de esas cuatro paredes, la hora no pasaba nunca, era como si su reloj se burlara de ella, todo era jodidamente demasiado lento, solo para tocarle los ovarios. En eso, unos pequeños golpes a la puerta la sacan de sus improperios internos.
—¿Se puede? —pregunta Gaby desde el otro lado de la puerta.
—Solo si traes helado —contesta, elevando la voz para ser escuchada. Gaby abre un poco la puerta y deja su mano sosteniendo un pote de helado moviéndolo con sugerencia— Puedes pasar.
Su amigo, hermano de corazón abre la puerta por completo y entra con una enorme sonrisa de superioridad.
—¿Cómo estás, muñeca?
Le deposita un beso en la mejilla en cuanto se acercó a ella.
—Aburrida.
—Enfada —acierta el morocho.
—También.
—¿Qué miras? —indaga, sentándose a su lado.
—The Transporter —responde para luego intercambiarle sus papas por el helado—. ¿Ian? —curiosea cuando se acuerda de él.
—Está abajo hablando por teléfono —Le echa una mirada y le sonríe—. Está hablando con Sofi, parece que estaba preocupada por él
—¿Pasó algo?
—No; anoche teníamos una redada y terminamos tarde, solo eso —Se eleva de hombros quitándole importancia.
—¿Y cuándo habrá una chica que se preocupe por ti?
—Eso no va a pasar —La mira y le toca la nariz con cariño—. Y lo sabes —Ella mueve las cejas con sugerencia—. No empieces.
—¿Que no empiece con qué? —pregunta fingiendo inocencia.
—Ya sabes —Suspira y decide mirarla—. No existe esa chica y nunca va a existir, sabes como soy, sabes bien que no creo que eso pueda pasarme y bien sabes que no soy hombre de una sola mujer.
—Ay, por favor, Gaby, no seas pedante. Puedes encontrar a una chica que te dé todo lo que necesitas sin tener que andar revoloteando de cama en cama.
—Puede ser; pero, aun así, esa mujer no existe o no está destinada a que se cruce en mi camino. Además, sabes que mi trabajo no es de lo mejor y todas las mujeres tienen problemas con eso y, no pienso dejar de hacer lo que me gusta por una mujer que tiene miedo de mi profesión. Es algo que me llena y no lo voy a cambiar. No lo voy a hacer por nadie —sentencia—. Mira a Ian, trepándose por las paredes para que Sofi no tenga miedo sobre lo que hace, hace más de media hora que están hablando y él sigue tratando de tranquilizar a una Sofi cagada hasta el alma por una simple operación.
—No tan simple porque estás golpeado —dice, señalándole la barbilla en donde se veía un hematoma, aunque no tan grande.
—Gajes del oficio —esboza con suficiencia y ella rueda los ojos—. Deberías ver como quedo Goliat.
—No jodas.
—Medía un metro noventa y cinco centímetros —Se eleva de hombros—. Eso fue lo que me dijo él —suelta, divertido.
—¿Te dijo cuánto medía? —pregunta incrédula.
—Así es. Le pregunté.
Lina suelta una carcajada imaginándose a Gaby en plena pelea preguntando las medidas de su contrincante.
—Veo que se la pasan bien —interrumpe Ian entrando en la habitación.
—Pasa, Ian —le invita Lina.
—¿Cómo va la costilla rota?
—Rota, Ian, rota —contesta con desdén.
—Bueno, míralo de esta manera —Ella clava sus ojos en él—. Estas teniendo unas minis vacaciones.
—No seas ridículo, esto es un embole, no voy a llegar a las dos semanas ni por asomo, no sin antes volverme loca; la próxima vez que entren me van a ver en un rincón de la habitación meciéndome en el suelo con un chaleco de fuerza.
—Exagerada —suelta el rubio.
—No te quejes, estás comiendo helado —interviene Gaby. Ella lo mira elevando una ceja—. ¿No lo quieres? —le pregunta sacándoselo de la mano—. Puedo terminarlo yo.
—Dame eso —chilla ella.
Se lanza sobre él y gruñe de dolor por la brutalidad con que se tiró.
—Lina —reprende el morocho con el ceño fruncido—. Quédate quieta, mujer —La acomoda de nuevo en la cama sobre los cojines.
—¿Cómo está Sofi? —indaga Lina mirando a Ian.
—Bien.
—¿Y va todo bien en el restó?
—Va todo bien.
—No te dijo si los…
—Ay, ya —suelta Gaby desesperado—. Lina quiere saber cómo van las cosas entre ustedes.
Ian los mira por unos segundos de más, intercalando sus ojos en uno y otro.
—Van bien —termina diciendo sin soltar prenda.
—¿Eso solo vas a decir? —cuestiona ella sin dar crédito.
—Sí.
—¿Saben algo de la explosión del auto? —indaga al ver que no le sacaría nada al rubio.
Ante esa pregunta los dos la miran sin expresión alguna, pero Lina sabe bien que la están estudiando, están decidiendo cuánto tienen que contarle y cuánto tienen que callar. Ella eleva una ceja esperando una respuesta. Gaby no se tarda en saciar su inquietud. Con un sonoro suspiro se dispone a contestar.
—Por ahora nada, están analizando el auto. Con suerte nos lleve al idiota —Esa palabra la dice en un gruñido, que no pasó desapercibido para ninguno—, solo hay que esperar a que me llamen para que me den las novedades.
—Estoy segura que fue Christopher. En cuanto le ponga una mano encima lo van a tener que juntar con cucharita del suelo —refunfuña ella.
—Tranquila, tigresa —se burla Gaby—. No sabemos quién fue, pero si fue él, que no te quepa la menor duda que la va a pagar bien carito.
—Fuere quien fuere la va a pagar, Lina, no te preocupes —asegura Ian.