—¿Sabes? A tu hijo van a tener que sacártelo con escalpelo —bromea Tony al entrar a la cocina del restó y ver a Sole hincando el tenedor que una porción de lo que parece ser una torta de vainilla.
—Qué cosa más horrible dices.
—Cosa horrible es verte engullir como una vaca desnutrida —replica el boricua.
—Tony —Sole rueda los ojos—… Solo estoy probando una de las tortas que hice para la boda de Alex y Lina —explica.
—¿No lo debería probar la novia y el novio… en este caso solo el novio?
—Debería, pero está ocupado y me pidió que yo diría el veredicto.
—La hiciste tú; por los dioses griegos y encima das el veredicto —La mira en desapruebo—. Inventa buenas excusas para la próxima.
—Bueno, Tony, tengo angustia oral; no molestes.
—Estupideces —Se sienta a su lado—. ¿Ahora que te acoge? —bromea.
—Si Erik estuviera aquí, tendríamos sexo sobre esta mesa tratando de menguar mi ansiedad.
—Demasiada información —Suspira con exageración—. En serio roja, ¿qué te sucede?
—Son nervios, está bien. Los malditos nervios me tienen loca y la estúpida inseguridad me tiene alterada —brama sin poder contener la furia.
—A ver, cariño, vamos de a poco. ¿Por qué son los nervios?
—Por todo lo que pasa. La m****a de Lina que parece nunca acabar… Tuve mucho miedo cuando la vi tendida en el suelo rodeada por los brazos de ese chico Fernando —Tony pasa un brazo por sus hombros y los frota—. Tengo miedo que nunca termine ese martirio para ella. Tengo nervios de cuando llegue el día del parto, no sepa qué hacer; la verdad es que no sé qué hacer ahora, en este preciso momento. No sé si seré una buena madre, por más que Lina me diga que todo es malditamente natural, yo… sinceramente tengo mis dudas.
—Pero con Aye eres increíble.
—Con ella es fácil, siempre fue fácil. No sé por qué… Al principio no sabía ni cómo sostenerla, tenía miedo de romperla, después fui aflojando, es lo que me decía Lina, que me afloje y, hacía movimientos gracioso como si fuera a luchar arriba de un ring —Una suave sonrisa se dibuja en los labios de ambos; ella al recordar y él al imaginárselo—. De a poco fui cediendo, pero no estaba todo el tiempo junto a ella; no me tenía que despertar varias veces a la noche para darle de comer, ni mucho menos le daba el pecho. He visto ciertas cosas que hacía Lina con Aye y no sé si me van a salir.
—Pero Lina lo hizo y sin saber absolutamente nada como ser madre y sin obviar que era muy joven, era una adolescente. Tú ya eres más grande, ya sabes cómo tratar a un niño y, además, tienes la experiencia de Lina, supongo que algo aprendiste viéndola a ella.
—Sí, supongo que sí. Una vez me tendió el biberón para que le diera se comer a Aye —cuenta con un brillo especial en los ojos y Tony sonríe.
—Entonces no es muy difícil, ¿verdad? —Ella niega con la cabeza sonriendo—. ¿Y por qué es la inseguridad?
—Erik —suelta una profunda exhalación.
—¿Qué pasa con él? —pregunta Tony, confundido.
—Después que tenga a mi bebé puede que ya no me desee de la misma forma que lo hace ahora… Que ya no me ame —concluye en un susurro.
—Pero, ¿qué idioteces son esas?
—Es que… Ya no voy a tener el mismo cuerpo —murmura con la mirada hacia el suelo.
—Bueno, si sigues comiendo así, es obvio que no —se burla.
—¡¡Tony!!
—Ya, ya, ok. No digas estupideces, Sole, Erik te ama. Jamás vi a un hombre amar tanto a una persona como lo hace él. Y debo aclarar como lo hace Alex también. Los dos las tratan a ustedes como si fueran todo para ellos, como si no existiera más que ustedes y no hay cavidad para nadie más; ni en su alma, ni en su cuerpo. Es imposible que Erik deje de desearte o amarte solo por que tengas unos kilos de más y cabe destacar que después de un par de meses puedes volver tranquilamente a tu peso original —Pone sus manos en sus hombros—. Sole, Erik te ama con todo su corazón, es el hombre más tierno que he visto y darás un regalo muy importante, un regalo que es una parte de ti y una parte de él. Vas a darle un hijo, el mejor regalo para un hombre como Erik. Dudo mucho… No. Estoy seguro que nunca jamás habrá algo que haga que Erik deje de desearte y de amarte.
Una lágrima rebelde se escapa de los ojos de Sole y él se la limpia sonriéndole.
—Malditas hormonas —sisea limpiando las demás lágrimas que siguieron a la primera.
—Esa eres tú, no las hormonas.
—Son las hormonas —se defiende mientras absorbe su nariz y Tony se carcajea.
—Con que aquí se esconden, ¿he? —irrumpe Gaby en la cocina—. La pobre Sofi está a los latigazos y ustedes riendo y dándose una panzada.
—¡¡Gaby!! —exclama Sole y se abalanza sobre los brazos de él haciendo que dé unos pasos hacia atrás.
—Hey —dice riendo el morocho—. Sé que no puedes vivir sin mí, pero ahora estas con el gringo de ojitos tiernos —bromea sin dejar de abrazarla.
—No seas tonto —Hipa.
—Las hormonas —suelta el boricua cuando Gaby lo mira desconcertado.
—Y dale con las hormonas —se queja ella.
—Entonces de verdad me quieres —se guasa Gaby separándose un poco para mirarla a los ojos.
—¿Acaso te quedan dudas?
—Ni una —canturrea divertido—. De todas formas, deberías soltarme ya, no quiero que venga tu marido y tener que estropearle esa carita de nene bueno que tiene.
—Muy gracioso —Le da un manotazo juguetón en el hombro y se vuelve a sentar frente a la torta a la cual iba a hincar otra vez el tenedor, sin embargo, Tony fue más rápido y la interceptó.
—Pero la madre que lo pario —brama el boricua haciendo a un lado la porción de torta y el tenedor.
Gaby se ríe a mandíbula abierta y ella resopla.
—Deja en paz a Fiona, Tony —se burla el morocho.
—No me llames así —espeta la pelirroja, lanzándole una cuchara de madera que se encontraba sobre la mesa.
—Ahora tiene ataques de psicosis —suelta Tony rodando los ojos.
—Te das cuenta, boricua —Gaby finge llorisquear—, hace un rato me abrazó hasta casi romperme las costillas y ahora me lanza una cuchara.
—Gabriel Medina, no me hagas quedar como si fuera un ogro.
Gaby y Tony se carcajean.
—Tus palabras, no las mías —dice entre risas.
—Si sigues llamándome Fiona, voy a cortarte las pelotas con el famoso cuchillo jamonero de Tony —amenaza señalándolo con el dedo índice.
—Vaya, sí que las hormonas se las traen —expresa levantando las manos a modo de rendición.
Sole suspira y se tranquiliza.
—¿Sabes algo de Lina? —le pregunta preocupada.
—En un rato voy a pasar a verla —responde mirando su reloj—. La llamé para avisarle que iba a pasar por allá, pero no está muy contenta con estar mucho tiempo en reposo y menos gracia le hace estar en la cama, pero, por lo que me dijo, Alex la amenazó con atarla si no le hace caso y como que otra no le queda.
—Me parece bien, hay que ponerle mano dura a Lina muchas veces —interviene Tony.
—En esto estoy contigo —lo secunda Gaby—. Lina es un hueso duro de roer y no es una idiotez que se haya roto una costilla, de alguna manera tiene que hacer caso y entender la dimensión de ciertos problemas.
—Sí —Suspira Sole—. Quizás tengas razón, ojalá no se le vaya la cabeza. ¿Sabes algo del auto?
—Estoy investigando, aunque sepamos quien fue, hay que investigar y encontrar pruebas, tengo que seguir las reglas de vez en cuando —esboza, mostrando una media sonrisa pícara—. Ahora están los técnicos registrándolo y viendo qué clase de explosivo se utilizó, en cuanto tengan los resultados me van a llamar y de ahí veremos a dónde nos lleva. Espero que con el idiota que la puso.
—¿Pueden saber quién fue, teniendo la bomba? —indaga Sole.
—Algo así. Cada explosivo tiene una marca registrada, es decir —Se pasa la mano por la barbilla buscando un ejemplo en el cual ella pueda entender—. Lo tengo. Es como nuestras huellas dactilares, cada una es única y de allí uno sabe quién es el dueño de esa huella, bueno, con los explosivos y ciertas cosas pasa algo parecido, cada uno tiene una huella marcada, hay rasgos que sin querer el dueño las pone ahí, todos tienen una forma diferente de hacer las cosas. Es como tú y el boricua —Los mencionados se miran extrañados—; los dos hacen tortas y esas cosas dulces, pero cada uno las hace de manera diferente y sin hacerlo a propósito cada uno tiene un ingrediente que el otro no. ¿Se entiende? —pregunta entrecerrando los ojos.
—Ya te había entendido en la primera explicación —entona Sole con tono socarrón.
—¿Y por qué m****a me dejaste que siguiera hablando? —inquiere y Tony suelta una sonora risa—. M****a, Sole, mis engranajes se empastaron por querer hacer que se entienda.
Tony se retuerce peor de la risa y Sole lo acompaña.
—No es para tanto, todavía no empezó a salir humo de tu linda cabecita de poco uso —se burla ella.
—Muy lista, vamos a ver qué tan lista eres cuando no quepas por esta puerta —bromea señalando las puertas dobles de la cocina.
—¡¡Gabriel Medina!! —chilla lanzándole otra cuchara, la cual él esquiva hábilmente y sale carcajeándose hacia el salón—. Ya te voy a agarrar desprevenido Gabriel Medina —brama eufórica y se gira a ver a Tony que se reía—. ¿De qué te ríes?
El boricua levanta las manos y sale detrás de Gaby.
—Te fuiste al carajo —le hace saber cuando se acerca al morocho.
—Ya se le va a pasar cuando nazca Shrek Jr —esboza despreocupado y divertido.
Tony solo niega con la cabeza, pero sin borrar la sonrisa de su rostro.
—¿Qué le hicieron ahora? —cuestiona Sofi que escuchó los gritos.
—Nada, bonita; son las hormonas que la tiene así —contesta Gaby.
—No les creo nada. Seguramente la están atormentando con la comida —adivina la castaña cruzándose de brazos.
—¿Nosotrooos? —dicen al unísono antes de descostillarse de la risa.