Capítulo 75

Alex se hace a un lado y ellos se estrechan en un abrazo.

—Estoy bien —susurra, poniendo todo de sí, para poder hablar, ya que le costaba por el dolor bastante insoportable que sentía.

—¿Qué fue lo que pasó? —cuestiona Ian y ella levanta los ojos para verlo.

—Explotó el auto —responde, dándole una mirada significativa y esa contestación fue producto de una vociferación colectiva por parte de los hombres.

Ellos sabían a qué se debía esa explosión y quien la había provocado.

Fernando retoma su camino para salir del lugar, seguía sobrando, nadie se había percatado que él se encontraba ahí y tenía que salir, ya la había puesto a salvo, ya estaban sus amigos y ya estaba su novio. Ya no tenía nada que hacer. A un paso de cruzar la puerta, la voz de Lina lo detiene con brusquedad.

—Fernando —Él gira para verla, al igual que todos giran para ver a ese tal Fernando, el cual nadie había visto—. Gracias —Le sonríe y Alex mira con el ceño fruncido—. De verdad, gracias por traerme hasta aquí.

Fernando asiente y Alex se relaja y se le acerca.

—Gracias —Le tiende la mano para estrechársela.

—No hay problema—corresponde antes de retomar su camino.

—Ahora eres Doña Flor y sus dos maridos —se guasa el morocho en voz baja para que solo Lina pueda escucharlo.

—No seas bruto —le dice dándole un manotazo.

—No te muevas —le reprende.

—Ya viene el doctor —le hace saber Tony.

—No necesito uno —farfulla Lina.

—Sí lo necesitas —chillan todos al mismo tiempo provocando que Lina rodase sus ojos.

—Ahora soy una niña malcriada.

—Eso parece —azuza Gaby.

—Imbécil.

—Ángel, deja de pelear y espera al médico —le pide Alex.

—¿Dime qué pasó? —interroga Ian ganándose odiosas miradas por parte de Alex y Gaby, las cuales ignoró y no quitó sus ojos de Lina.

—Nada, bajé del auto y una vez que subí a la acera, lo cerré con el comando a distancia y… Y explotó —concluye en un susurro.

—¿No viste nada raro?

—No, Ian —suelta ofendida—. Si hubiese sido así, no la hubiera subido a mi hija en ese auto, ni siquiera yo me hubiera acercado…

—Lina…

—No, Ian. Mi hija iba en ese auto y porque Dios o anda a saber quién no quiso que explotara cuando estaba con ella… —Toma aire—. No soy estúpida, si hubiese notado algo, no nos hubiéramos subido a ese puto auto, no hubiera puesto la vida de mi hija en peligro —escupe con rabia.

—Tienes que tranquilizarte, Lina, Ian solo trata de ayudar —interviene Alex, tratando de calmar la tempestad. Ella posa su mirada en él y suspira.

—Lo siento —murmura prestando su atención a Ian—. Sé que quieres ayudar… yo…

—No te preocupes, Li, es el shock del momento… te entiendo. Cuando te sientas mejor, podemos hablar —articula el rubio de manera comprensiva y ella asiente agradeciéndole en silencio.

—Buenos días —escucharon en la puerta de la oficina.

—Buenos días, doctor, pase por favor —Sole lo guía hasta Lina—. Ella es quien estuvo en la explosión.

—Estuve cerca, no ahí, no seas exagerada.

—Pero estuviste muy cerca y te lastimó —refuta la pelirroja.

—Estoy bien —asevera.

—Deje que yo, asegure eso —intervine el doctor, terminando con la disputa de las chicas—. Déjeme ver las heridas —le pide conforme hace a un lado un mechón de cabello para revisarle el rostro encontrando solo rasguños. Cuando le pide que levante un poco las piernas para verle las heridas, ella se queja—. Levántese la camisa, por favor —pide, sabiendo que el dolor venía del pecho y no de la pierna en sí. Sus ojos se abren demasiado al ver raras y viejas cicatrices—. ¿Qué te sucedió? —pregunta, verificando el tórax de la joven.

—Me torturaron —dice sin más y Alex aprieta la mandíbula y los puños con fuerza. El doctor la queda mirando por unos instantes para procesar la información. Ella suspira y se dispone a explicarle un poco—. Hace unos meses fui secuestrada y me torturaron.

Al llegar a la segunda costilla de arriba, Lina chilla de dolor.

—Tienes una costilla rota —le hace saber—. Tengo que vendarte.

—Bien.

—Necesito que salgan —enuncia el doctor, mirando a los demás—. Tengo que quitarle la camisa para poder venderla —explica, al ver que nadie insinuaba irse.

Ian es el primero en salir de la oficina, detrás de él, salen los demás, excepto Alex.

—Yo soy su pareja —explica, al ver que el doctor no le quitaba la mirada de encima.

El médico acepta y le pide ayuda. Luego de darle los cuidados, venderla, dejarle la orden de medicamento y avisarle que tiene que hacer reposo, Lina cerró los ojos y negó con la cabeza.

—Debe hacer reposo —le indica a Alex.

—Lo hará —asevera. En cuanto el médico estuvo fuera de la oficina, él miró—. Me harás caso, ¿verdad?

—No te preocupes.

—Ángel —suspira depositándole un suave beso en la mejilla—. Sí me preocupo; siempre me preocuparé por ustedes —la besa en los labios y le muestra una sonrisa—. Vayamos a casa.

 

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