Los días pasaban y Sofi no sabía nada de Ian, para ser más exactos había pasado ya una semana de la última vez que lo vio, cuando la atracó en aquel ascensor. Piensa que a él jamás le importó, se reprende a sí misma por pensar que un hombre como Ian, tan seguro, tan experimentado en el sexo, tan sabedor de lo que una mujer quiere en la cama, iba a fijarse en una mujer como ella tan insegura, ingenua y casi aniñada, sin experiencia en absolutamente nada que tenga que ver con el sexo opuesto. Solo tuvo un novio, el cual la engañó en frente de sus narices sin importarle sus sentimientos, sin importarle nada; Después de aguantar por varios meses sus desplantes, decidió enfrentarlo y fue ahí cuando se dio cuenta que estaba siendo utilizado, en realidad, él se lo dijo sin tapujos.
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—Sofia, no te amo, no estoy enamorado de ti —fue la contestación que le dio cuando le preguntó por qué la había engañado.
—¿Estás enamorado de ella? —preguntó con apenas un hilo de voz, refiriéndose a la mujer con la que lo había encontrado más de una vez.
—Sí, es a ella a quien amo. Siempre fue así —le contestó con sinceridad y crueldad.
—Y ¿por qué estás conmigo, entonces? —No podía creer que le diera esa contestación, pensó que le iba a mentir en la cara y decirle que la amaba, al menos eso la hubiera hecho sentir un poco mejor.
—Negocios —se limitó a responder.
—¿Qué?
—Ah, vamos, Sofia, sabes que estoy contigo porque nuestros padres tienen negocios juntos y quieren fusionar la empresa. Ni siquiera coges bien —Esto último fue lo que a ella la hizo quebrar y romperse en mil pesados; mirándolo borroso por las lágrimas que caían de sus ojos, trató de hablar:
—¿Cómo puedes decir...?
—¿La verdad? —la interrumpió.
—Pues, le puedes ir avisando a nuestros padres que no va a ver fusión si todo depende de la farsa de nuestra paradójica relación —dicho eso, salió corriendo de la que era la casa que compartía con él en Italia, corriendo cada vez más rápido para no escuchar más los gritos del hombre que la llamaba, el hombre que la hizo m****a por dentro y no era la primera vez que la destrozaba.
Desde ese día nunca más volvió a Italia, ni a nada que tenga que ver con la empresa de su padre. Sofia se fue a Buenos Aires y comenzó una nueva vida allí. Solá.
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Al recordar aquello, todo lo que ese hombre había hecho con ella, todos los engaños, las cosas que le dijo cuando le pidió una explicación; Se recordó a sí misma que no debía enamorarse de nuevo, que su destino era estar sola y así nadie más podría hacerle mal.
Pero es tan difícil hacerle caso a la razón cuando se trata de Ian, por un lado, agradecía que él no diera señales de vida y la obligará a percibir otra vez sentimientos para con él. Por otro lado, estaba mal, triste por darse cuenta de que de nuevo no era lo que un hombre esperaba de ella.
Lo que ella no sabía, era que Ian todas las noches se encontraba en la puerta de su edificio esperando a que llegara, no sabía que él más de una vez la vio bajar de ese auto que lo ponía enfermo de los celos; se moría por saber quién era ese tipo, pero era consciente de que no podía preguntárselo y mostrarse débil delante de una mujer, no le quedaba más que averiguarlo por sus propios medios y mandar a la m****a la ética, tenía una pelea interna entre meterse a Hurgar en la vida privada de ella o solo esperar a que Sofi algún día le dijera quién era. Aunque, ¿cómo le iba a decir quién era si ni siquiera le hablaba? Ni lo veía. Eso tenía que cambiar, Ian tenía que volver a hacerse notar. Basta de observarla como si fuese un maldito acosador, basta de esconderse, era hora de ser un hombre y demostrarle que podía confiar en él.
No obstante, toda esa decisión se vino abajo en cuanto la vio bajar de ese auto que siempre la llevaba a su casa y darle un beso en la mejilla al tipejo ese.
Todos habían quedado en que el sábado por la noche irían a una discoteca a pasar un buen rato, ya que Christopher todavía no había hecho ningún movimiento «lo estaban vigilando; ya habían encontrado su paradero, pero se mantenía tranquilo por el momento», entonces Lina tuvo la idea de salir a bailar y todos ellos aceptaron.
Se encuentra casi enfrente de donde había aparcado el auto que la trajo a Sofi y no podía dejar de mirar como ella sonreía con ese tipo y no con él. Estaba crujiente de los celos y la bronca le subía por el cuerpo hirviéndole la sangre. De un arrebato furioso, entró al lugar a encontrarse con los demás, pensando que era una mala idea haber querido esperarla afuera a que llegase para poder hablar con ella, pensaba en que era una mala idea haber ido a esa estúpida discoteca.
—Lina y sus estúpidas ideas —masculla conforme entra al lugar.
Sigue maldiciendo hasta llegar a donde se encontraban los demás.
—¿Qué pasa, querubín? —se burla Gaby al verlo de mal humor.
—Nada —Se sienta en un costado haciéndole señas a una camarera.
— ¿Qué le traigo? —le pregunta la chica cuando acude al llamado.
—Una cerveza, por favor.
La chica asiente y se da la vuelta para irse, pero Lina la detiene.
—Traiga otra Corona, por favor.
—Enseguida.
—Ya estás tomando, ¿para qué quieres otra? —pregunta el rubio.
—No es para mí —le responde sonriendo—. Es para ella —señala hacia la puerta donde se acercaba Sofi.