Capítulo 150

Ian entra con velocidad al hospital buscando saber dónde tenían a su mujer, luego de hablar con varias enfermeras de la sala de urgencias, lo enviaron hacia donde tenían a Sofi atendiéndola. Ella ya estaba consciente, sus ojos llenos de lágrimas, moratones color púrpura bajo sus ojos, su labio inferior roto, sangre seca en su revuelto cabello castaño, marcas verdes en su cuello dando a entender que la habían estado ahorcándola sin deparo y, tubos y agujas por su cuerpo manteniéndola estable.

Tomando una profunda respiración y dándole una sonrisa se acerca a ella dejándose caer de rodillas a un lado de la cama, toma sus manos para besarlas. Puede ver como las lágrimas de Sofi hace su recorrido desde la esquina de su ojo y caen en la almohada dejándola húmeda.

—No llores —murmura Ian, limpiando las lágrimas con el pulgar de manera suave y sin dejar de sonreírle—. Ya estoy aquí —dice con un nudo en la garganta.

—Lo siento —musita Sofi y se quiebra dejando caer más lagrimas—. Lo siento, todo es mi culpa —Un sollozo se apodera del cuerpo de ella e Ian se acerca para rodearlo con sus brazos.

—Shuu —Besa la coronilla de su cabeza—… no es tu culpa, a cualquiera puede pasarle —Besa su frente—. Solo fue un robo —entona para tranquilizarla, mientras ella niega con su cabeza sin dejar de llorar.

—No, no. Yo…

Sofi no pudo seguir hablando porque la puerta se abrió de golpe y Mateo apareció en la periferia de ambos.

El niño se quedó quieto viendo a la madre conectada a unas máquinas y como su tersa piel estaba toda tapada con desagradables manchas infundadas por una grave agresión. A Mateo le estaba costando respirar, no pensaba que su madre iba a estar en ese estado, nunca creyó que fuese tan grave y verlo así y, sentirlo tan real, le había caído como un jarro de agua helada.

Detrás de Mateo llegó Lina y los miró con una mezcla de alivio por saber que Sofi estaba bien y disculpas por dejar que Mateo estuviera en ese momento viendo lo mal que se veían las cosas para Sofi.

—No pude ocultárselo —corta el silencio la castaña a modo de explicación y disculpa con pocas palabras.

—No te preocupes, yo prometí decirle lo que fuera —asiente Ian hacia el niño y este se acerca hasta ellos con paso lentos e inseguros.

Quería tocar a su madre, abrazarla porque ella estaba viva, pero tenía mucho miedo de lastimarla más de lo que se veía, de lo que ya estaba. Con vacilación posa una mano sobre la mano de ella, Sofi le sonríe dándose cuenta lo que podía estar trabajando la mente de su hijo, lo conoció bastante bien, como si ella hubiera sido quien le dio a luz. Por lo que en un movimiento que hizo dolerle un poco las costillas, empujó de su hijo hacia su pecho y lo envolvió en un abrazo. Mateo se dejó abrazar y también la abrazó, las lágrimas comenzaron a salir de los dos, pero no dejaron de abrazarse y decirse los miedos que tuvieron de dejar solo al otro si algo le pasara a ella y cuanto se querían.

—Mamá —solloza el niño—, tuve miedo.

—Yo igual, hijo, pero ya estoy bien —trata de tranquilizar a Sofi.

—No me dejes, mamá. Promete que nunca me dejarás —súplica Mateo.

—No lo haré, jamás… Lo prometo.

Ian y Lina compartieron una mirada y ambos salieron de la habitación dejándolos solos para que se reconforten entre ellos.

Al salir Ian pudo ver que el pasillo detrás de la puerta estaba lleno de gente. De su gente. Lina había anunciado todo lo que estaba pasando y todos estaban allí apoyando a Ian ya Sofi en uno de los peores momentos que le puede llegar a pasar a una persona.

—Primo —Alex se acerca con rapidez hasta Ian y le palmea la espalda—. Estamos apoyándote —le hace saber.

El rubio asiente.

-Perder.

—Señor Russel —Una voz masculina y desconocida llama la atención de los primos y estos se giran para ver de quien se trata—. Tenemos que interrogar a su mujer —le indica el oficial.

—No —entona de forma seca—; no es el momento y si alguien va a interrogarla será yo.

Él sabe muy bien que los oficiales tienden a poner en una situación incómoda a las víctimas con respuestas concretas y sin tacto y, así no iban a tratar a su mujer.

—Usted como federal sabe muy bien el procedimiento, sabe bien que hay que interrogarla —apostilla el policía.

—Lo voy a hacer yo —asevera Ian sacando chispas con la mirada—. Y lo voy a hacer cuando sea el momento.

—Si usted tiene una relación con la víctima no puede hacerse cargo del suceso.

—A la m****a el protocolo y tu m****a de policía de manual. Sé muy bien lo que tengo que hacer, no soy un simple oficial. Cuando necesite de un simple oficial para sostener mi porra voy a llamarte.

—Ian —reprende Sole mirándolo enfadada por su forma de tratar a un policía que por más que sea de un menor rango que él, no se merece su desprecio, el hombre solo hace su trabajo.

El rubio gruñe una maldición y se gira para entrar a la habitación de nueva para ir al lado de su mujer, tiene que hablar con ella y sabe que no puede dejar pasar más tiempo, para no darle espacio al desgraciado que la lastimó se escabulle entre las manos de la ley.

Antes de entrar escucha a Mateo hablar y decide solo quedarse pegado a la puerta y no interrumpir.

—Sentí mucho miedo cuando Lina dijo que estabas en el hospital —le hace saber el niño con la voz rota—. Tenía miedo de que me dejaras, que me quedara solo otra vez. No quiero que me dejes, eres lo único que tengo, mamá.

Las lágrimas no cesan de caer ya Ian se le atora el corazón en la garganta al escuchar a Mateo sentir de esa manera.

—Hijo, no voy a dejarte, nunca —le promete la joven—; pero debes saber que no estás solo, por más que yo no esté, Ian va a cuidar de ti, al igual que Lina y los demás, ellos nunca van a dejarte solo.

—Promete que no me dejaras —le vuelve a pedir el niño llorando.

—Lo prometo, jamás lo haré —musita ella acariciando la mejilla de él.

Ese es el momento que elige a Ian para entrar. Ambos se giran a mirarlo cuando entra y le das una pequeña sonrisa, que Sofi devuelve, pero que Mateo no puede devolver.

—¿Nos dejarías un momento a solas? —le pide el rubio a Mateo con voz suave.

—Sí —apenas se escucha la voz del chico; le da un beso en la mejilla a Sofi para después salir de la habitación y dejarlos solos.

— ¿Cómo te sientes? —le pregunta él acercándose a ella para luego acomodarse a un lado de la cama y tomar su mano.

—Bien —contesta con muy poca convicción.

—Están todos afuera esperando para entrar y atacarte —le hace saber el rubio haciéndola reír.

—Me imagino —Ian suspira y la mira sin saber cómo empezar a preguntar y Sofi se da cuenta de eso—. ¿Qué pasa?

—¿Puedes hablarme de lo que pasó? —pregunta siendo lo más suave posible. Sofi comienza a llorar de nuevo y él trata de calmarla—. Sofi tienes que hablarme, por favor, déjame cuidar de ti. No pasemos por esto de nuevo, no otra vez —le pide casi en una súplica.

—Fue el padre de Mateo —suelta sin mirarlo a los ojos.

—¿De qué hablas, Sofi?

—El padre de Mateo salió de la cárcel hace un tiempo y ha estado extorsionándome, pidiéndome dinero, amenazando con Mateo si no hago lo que dice.

La mandíbula de Ian rechina y sus ojos comienzan a lanzar fuego de la rabia.

—¿Por qué no me lo dijiste? —reclama con brusquedad.

—Él es mi hijo, debo protegerlo, no puedo dejar que le ponga una mano encima, no a él. Tengo miedo que le haga algo —ella comienza a sollozar e Ian la cubre con sus brazos.

—No deberías haber estado sola con esto, tendrías que habermelo dicho —La separa un poco de él para que la mire a los ojos—. M****a, Sofi, soy un puto policía, ¿no te dice eso que puedo cuidar de ti y de Mateo? ¿Cuándo m****a vas a confiar en mi lo suficiente para decirme lo que está pasando? —su tono era molesto y ambos lo sabían, pero no podía ocultar la rabia que sentía porque ella seguía sin confiar en él.

—Confío en ti —murmura la joven—. Él vino antes de que me vaya a Italia…

—Por eso sacaste dinero de la cuenta, ¿verdad? —cuestiona el rubio entendiendo lo que estaba pasando ene se momento y ella asiente.

-Si; Le di lo que me pidió y pensé que no iba a volver, por eso no dije nada, pensé que ya no lo vería más, pero hoy me encontré antes de que pudiera entrar en el apartamento, estaba esperándome —dice lo último casi inaudible.

Ian la tranquiliza llevándola a su pecho y frotando su espalda. Jurando para sí, que van a encontrar al infeliz del padre de Mateo y darle lo que se merece.

 

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