Capítulo 134

Él sonríe para luego atracar su boca otra vez. Sin dejar de besarla la levanta obligándola a que enrede sus piernas en él y la lleva hasta la cama, dejando olvidado el postre y todo lo que implicaba ese juego de las frutas. Con cuidado la posa en el centro de la cama, el rubio se posiciona en medio de sus piernas mientras besa su cuello y mordisquea su lóbulo. Con ágiles manos levanta su vestido hasta sacárselo por la cabeza, Ian mira el cuerpo de su mujer y tiembla ligeramente al ver su ropa interior de encaje blanco y tan fino que podía sentir el calor de su piel sin necesidad de sacárselo. Pero, de todas maneras, mandó a volar esa prenda tan rápido que, Sofi casi no lo notó.

Ella, con ayuda de él, le saca la ropa, tirándola por cualquier lado de la habitación, sin reparar a donde caían.

—Voy a hacerte el amor toda la noche —murmura Ian mordiendo el labio inferior de Sofi—. Va a hacer como nuestra segunda luna de miel.

—¿De la primera cita ya pasamos a la segunda luna de miel? —suelta Sofi divertida.

—A la m****a las citas —Pasa su lengua por el cuello de ella—. No estamos hechos para eso —la mira fija a los ojos—. Esto es lo que somos.

—Esto es lo que somos —repite Sofi ahogando un gemido, ya que Ian aprovechó ese momento para adentrarse a ese cuerpo sin miramientos.

—Si alguien me pregunta cuál es mi lugar favorito. Diría que este —esboza llegando más profundo a ella, mostrándole gráficamente de lo que está hablando.

Ella grita el nombre de su esposo y le clava las uñas en su espalda pidiéndole más; queriendo más de él. Ian entiende la perfección a su mujer y le da lo que pide. Hace sus arremetidas más profundas y seguidas, besa uno de sus senos sin dejar de moverse, sin dejar de darle los que ella exige de él. Sofi lo empuja haciendo girar y queda encima de él. Comienza a moverse de adelante hacia atrás, luego de arriba abajo, apoya una mano en el pecho masculino y la otra en el muslo, haciendo palanca y empujando para que llegue al fondo con más facilidad. Ian llega una mano a las caderas de ella para llevar el ritmo y comienza a moverla a su gusto. Con la mano libre acaricia y estruja un seno haciéndola gemir sin control.

El rubio mira la unión de sus cuerpos y se muere el labio inferior perdido en la lujuria de lo que estaba viendo. Perdiendo los estribos la hace girar dejándola ahora a ella abajo. Busca ese punto, el lugar donde sabe que ella va a perder la razón y la dignidad. Empuja sobre la pared vaginal superior tocándola con la punta del glande. Sofi aprieta los dientes y tiembla, en cuanto él toca ese lugar sublime.

—Eso es —habla con la voz entrecortada y la respiración agitada.

Sofi se estremece al sentir como Ian juega en ese punto sin piedad. El rubio devora la boca de ella, al tiempo que nota que a Sofi solo le falta segundos para entregarse a su perdición. La besa sin dejarla reaccionar, la penetra a un ritmo calculado, con movimientos certeros y, hasta en ciertos momentos, bruscos. Con su boca se arremete un pezón, succionándolo, mordisqueándolo, tatuándole sus labios en la piel blanca de la joven.

—Ian —susurró Sofi.

—Dámelo, Sofi, déjame ver cómo te deja ir.

Mira su rostro enrojecido sin dejar de embestirla y combinando con movimientos circulares.

—¡Ian! —grita Sofi fuera de sí contándole a la noche y al río que su orgasmo se hizo presente dejándola casi desvalida.

—Me encanta ver cómo te liberas bajo mi cuerpo —Ian apura sus estocadas siguiendo a Sofi al Empíreo.

Él se desploma sobre ella con cuidado de no aplastarla y esconde su rostro sudoroso en el cuello femenino, todavía temblando; ambos tiemblan y pueden sentir como la piel del otro esta erizada. Sofi acaricia la espalda de él notando como sus uñas la marcaron en el momento de pasión.

—La señorita se entrega en la primera cita —se burla todavía escondida en el cuello de ella.

—Ian—chilla.

—Y tú que querías hacerlo después de cinco citas —se mofa ignorando el chillido de ella.

—Sí —suspira—, eso no iba a funcionar de todas formas —Ian sale de su escondite y la mira sonriendo.

—Somos buenos con eso de la luna de miel —Muestra una amplia sonrisa—. Deberías a dedicarnos a tener muchas lunas de miel.

—Estoy totalmente de acuerdo —Ian sale de ella y se acomoda a su lado llevándola hacía él, pegándola a su cuerpo.

—De igual forma nuestra extraña cita-luna de miel no ha terminado —le hace saber.

-¿No?

—Ni por asomo.

—Que bien —deja caer un suspiro accionado—. Ya me estaba preocupando.

Eso hace que Ian se carcajee.

—Tienes que enseñarme eso de las citas.

—¿Por qué? Si lo estás haciendo muy bien.

—No soy bueno con el tema de las citas —reconoce él.

—De todas formas, no aprenderías —se burla ella.

—Ja, ja —Escruta su rostro mostrándose serio por un momento—. En serio lo digo, diez centavos si hago algo mal. Ahora estamos casados, en poco vamos a mudarnos juntos y si te soy sincero, estoy cagado en las patas de cómo va a salir de eso. Tengo mucho miedo de cagarla y no quiero hacerlo, no contigo.

—No lo harás —segura ella.

—Solo tenme paciencia y dime qué hago mal, nunca dejes de decirme las cosas. Habla siempre conmigo, por favor —le pide besando dulcemente su boca.

—No te preocupes, mañana hago una listita y el pego en la heladera —bromea.

—Creo que el vino rosado te suelta la lengua —le dice saltando sobre ella—. Está muy graciosa la señorita Russel —anuncia haciéndole cosquillas en las caderas.

-¡No! —grita Sofi—. Ian, párr. Por favor.

—No sé si debería —Lleva su boca al cuello haciéndole cosquillas con la incipiente barba.

—Por favor, por favor, por favor —lloriquea la joven revolviéndose bajo sus brazos.

Él deja de hacerle cosquillas y pone sus manos a cada lado de su cabeza acomodándole un mechón de cabello detrás de la oreja.

—Solo diez que me amas —le pide aplicándole con la mirada.

—Te amo —hila ella—. Sabe que lo hago.

—Lo sé, pero me gusta como suena en tu boca —La besa recorriendo toda la boca femenina y disfrutando ese néctar particular de ella—. Te amo —le susurra clavando los ojos en los de ella.

—Te amo —repite ella llevándolo de nuevo a su boca.

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