Irina corrió a su habitación y trancó la puerta para quedarse a solas. Cerró los ojos con frustración. El Alex que conoció en el yate no podía ser el mismo hombre que ahora hablaba con tanta frialdad. La manera en que justificaba obtener un corazón para Bianca sin titubeos, con indiferencia, le hacía preguntarse si realmente sabía en qué se había metido al involucrarse con él.

Alex creía que sus objeciones se debían a que lamentaba que el corazón de James no le sirviera a Bianca, pero no era esa su motivación.

Estaba preocupada por Alex, no quería que diera un paso que lo hundiera pro completo.

Quería su redención.

Irina se sentó en su cama sorprendida aun por sus sentimientos y como han cambiado cuando encontró sobre su cama una caja de madera, era un joyero.

La abrió y lo que encontró terminó de quebrar la perspectiva que tenía de su vida.

Eran las joyas de su madre, aquellas que creyeron pérdidas, las que habrían salvado su casa.

Brillaban como si la saludara