Capítulo 38. Enemigos familiares
El aire era denso, cargado de tensión. Devon se mantenía de pie, con los brazos cruzados, observando con ojos severos a los prisioneros. A su lado, Alina sentía el corazón acelerado, luchando por mantener la compostura. El reconocimiento de aquellos ojos brillantes fue inmediato. Joseph… y el otro, el que aún no levantaba la cabeza, tenía algo en la postura, en el temblor de sus manos, que le resultaba familiar. Muy familiar.
—Descubran al que falta —ordenó Devon con voz firme cómo si hubiera oído sus pensamientos en su cabeza.
Los soldados obedecieron. Al caer las capucha, Alina dio un paso hacia atrás, boqueando sin aire.
—¡Liam! —exclamó.
Su hermano menor alzó la vista. Tenía la mejilla amoratada, una herida abierta sobre la ceja y los labios resecos. Apenas alcanzó a sonreír antes de que las lágrimas le brotaran.
—Alina… hermana…
Sin esperar permiso, ella corrió hacia él. Devon levantó una mano para detenerla, pero al ver la desesperación en sus ojos, bajó lentamente el brazo. Ali