Capítulo 21. No hay rosa sin espina
Las palabras de Alina resonaban todavía en la cabeza de Devon mientras caminaba de un lado a otro en su estudio, apretando los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Nunca antes se había sentido tan confundido, tan desorientado. Había creído estar en control de todo, de su vida, de sus emociones, de sus decisiones… pero Alina había logrado sacudir cada una de sus certezas con esa mirada rota, esa voz cargada de decepción.
El remordimiento era como una espina clavada en su pecho. Devon recordó cada momento compartido con ella: los silencios incómodos, las miradas furtivas, sus cuidados silenciosos, sus palabras honestas. Ella había estado ahí, incluso cuando él se alejaba. Incluso cuando todos a su alrededor le aconsejaban desconfiar, Alina no había dejado de protegerlo.
Decidido a enmendar las cosas, Devon cruzó el pasillo con pasos decididos. Golpeó suavemente la puerta de la habitación de Alina. Pero no hubo respuesta. La volvió a golpear, esta vez un poco más fuerte.