Volver a casa después de una luna de miel perfecta se sintió como despertar de un sueño. Las maletas que nos llevamos aún estaban en nuestra habitación, sin desempacar del todo, porque no había querido que nadie más que yo arreglara todo en el armario. Donovan, apenas llegó, se puso en modo CEO y no se había despegado de su computadora, revisando informes y respondiendo llamadas que había postergado por alargar nuestro viaje unos días más.
No podía quejarme; me había dado todo y más estas últimas semanas.
Ahora debíamos volver a la realidad.
Los primeros dos días en la mansión los pasamos entre risas y trabajo en casa. Donovan no quiso que ninguno de los dos fuera a la empresa todavía, así que nos acomodamos en su despacho mientras nos poníamos al día. Él llevaba el ritmo de la oficina desde allí, y yo lo acompañaba como su secretaria, aunque esta vez con un rol nuevo añadido a la ecuación: su esposa.
Esposa... Aún sonaba tan irreal.
Cada noche cenábamos juntos, sin interrupciones, co