—Karina, espera... No creo que deba... —no pude terminar la frase, ya que un bulto de ropa me cubrió la visión y luego fui empujada dentro de un probador.
Apenas podía mantenerme en pie con tantas cosas encima. Solo quería ir a casa, pero la hermana de Donovan estaba completamente metida en el papel que su hermano le había asignado.
No me dejaría volver tan fácil.
—Sin peros. Pruébate todo eso, y yo seguiré viendo más cosas —la escuché decir al otro lado de la puerta. No podía verla, pero estaba segura de que su rostro estaba partido en dos por esa sonrisa brillante que deslumbraba a todos—. Hoy seré tu juez de pasarela y moda. No acepto rechazos. Saldrás de aquí viéndote como la Gavrilov que eres.
La Gavrilov que soy.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo al recordar todo lo que había implicado llevar ese apellido. Los abusos que sufrí, las humillaciones, las cicatrices... Ni en esta ni en otra vida podría olvidar la maldición que adquirí al convertirme en una Gavrilov.
—Vale —suspiré