Al oír sus palabras, Brianna lo miró con el ceño fruncido, de verdad curiosa, y luego estalló en una sonora carcajada, tan fuerte que tuvo que agarrarse el estómago y taparse la boca para no parecer maleducada.
—¿Te tomaste tus pastillas antes de venir aquí? ¿O te le escapaste a los del psiquiátrico?
Su voz salió por completo burlona, no se cortó ni un poco, y esto molestó a un Owen que frunció el ceño y dio un paso al frente.
—¿De qué demonios te ríes?
—De lo estúpido que eres —contestó Brianna sin pensarlo.
El humor era visible en su rostro, pero también el hastío, aunque él no lo había notado.
—¿Entonces el niño es mi hijo?
—¡No! ¿Te volviste loco?
La frustración llenó el rostro de Owen, que arrugó la cara y se acercó más.
—Entonces es hijo de ese prostituto —espetó con tono ácido, y de pronto su expresión degeneró a una dolida—. ¿Por qué hiciste eso, Bri? ¿Por qué me traicionaste?
Una nueva carcajada salió de la boca de Brianna, que luego lo miró más seria.
—¿De verdad eres estúpi