Capítulo 2

Hace unos momentos atrás...

POV Bastian:

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!

El fuerte estruendo de las balas no se hace esperar, desgarrando el silencio y la frialdad del confinado lugar de la habitación. Observo, lleno de satisfacción, cómo aquel cuerpo colapsa sobre el colchón mientras su vida se drena con lentitud, tiñendo en carmín las blancas sábanas de seda.

—Ahora, Morgan...

Mi voz claramente se encuentra teñida de frialdad y vuelvo mi sombría mirada hacia el hombre que yace arrodillado en el suelo. Su rostro está desencajado por el más puro horror y pánico, más blanco que el lienzo mismo en el cual pintaré con placer su mísero final.

—¿Aún te atreves a creer que soy idiota?

—¡No! —exclama inmediatamente, con la voz invadida por el pánico—. ¡Jamás me atrevería a pensar tal disparate de usted, señor!

Una lenta y cruel sonrisa nace en mis labios, saboreando el delicioso gusto del terror que inunda sus cristalizados ojos. Este idiota sabía que estaba jugando con las mismas llamas del infierno ¿Y ahora no quiere quemarse?

Maldito cobarde.

—Entonces... ¿Por qué cojones te empeñas en joder mi maldita paciencia, pedazo de imbécil? —Mi voz deja notar mi enfado e irritación.

—¡E-Esa zorra me engañó! —titubea, mientras señala con dedo acusador y tembloroso al cadáver que yace inerte sobre la cama—. ¡Todo fue idea suya!

Miro con desdén y aburrimiento a aquel cadáver inerte, bañado en su propia sangre y con los ojos carentes de brillo. Sin vida. Tengo que reconocer las grandes virtudes y voluntades de esa rubia. Esos enormes senos preciosos ahora expuestos, pues la sábana que la cubría se ha enrollado debido a su desesperación, dejando ver algunas de sus curvas y sus piernas.

¿Por qué ella yace desnuda? Simple...

Estaba follando con ella.

Tuve que volarle los sesos una vez terminamos nuestra ardiente pasión. Qué pena, una gran lástima. Toda una preciosidad que sabía moverse como una jodida diosa en la cama. Tan buena en el sexo como cualquier puta de élite. Pero hay una regla grabada con las llamas del mismísimo infierno:

A Bastian Lombardo nadie lo engaña.

Mi mirada vuelve al desgraciado Morgan y el cañón de mi arma, aún humeante, es apuntado directamente hacia su cabeza. Él, al ver esto, se retuerce como un asqueroso gusano.

—Eres más tonto e incompetente de lo que pensaba —sonrío de manera siniestra, pero esa sonrisa es más una fría mueca—. ¿En serio no tenías ni una puta idea de qué tipo de "mercancía" estabas trayendo ante mí...?

—Señor...

—Te lo dije claramente, maldición —no lo dejo continuar porque no deseo escuchar más m****a—. Mis malditas instrucciones fueron claras ¡Joder! Te dije: "Tráeme una mujer virgen de pies a cabeza" —le recuerdo claramente las palabras que utilicé— ¿¡Crees que puedes joderme con esta m****a!?

—¡No! —llora tan miserablemente a mis pies como todo un marica—. J-Jamás pensaría eso de usted...

¿Quién lo diría...?

Un sentimiento sucio, retorcido y satisfactorio me domina al verlo humillado, destruido y asustado a mis pies. Se lo merece por idiota, ya debería acabar con esto. Solo una bala en la cabeza y todo terminará. Eliminaré la pieza inservible en el tablero de ajedrez que compone mi insuperable imperio.

—Si yo hubiera querido a cualquier puta con experiencia habría ido a un burdel de primera ¿No lo crees, Morgan? —le pregunto mientras siento mi sangre hervir de enojo—. Te lo pedí, te exigí una mujer virgen para expiar tus pecados, pero, en cambio, me trajiste eso... —señalo a la mujer muerta sobre la cama—. ¿En serio eres tan idiota para creer que una mujer como esa era virgen?

Esto ya me está cabreando más de la cuenta.

Se estarán preguntando tontamente ¿Qué diablos está pasando? ¿Quién es ese maldito cabrón desquiciado que disfruta bañarse en sangre ajena y mata zorras sin pestañear? Pues, les haré un breve resumen de lo que ocurrió.

Este miserable hombre que se halla a mis pies suplicando miserablemente por su vida no es otro que Morgan Taylor. Un simple peón más en mi juego de ajedrez, pero que quiso creerse más que una pieza y trató descaradamente de verme la cara de idiota. Su jodida insolencia me tiene cabreado hasta los cojones y este hijo de puta me las pagará.

Él es, por así decirlo, el "encargado" de los territorios de mi organización en el estado de Minnesota, pero parece que se le ha subido una rata a la cabeza y se comió su inservible órgano pensante, ya que empezó a actuar con arrogancia cuando no es más que un simple tornillo en la maquinaria formidable de mi imperio. Él me ha estado robando mucho dinero. En secreto me ha robado mucho.

Este grandísimo hijo de puta me ha hecho dejar la comodidad de mi fortaleza en Palermo (Sicilia) para venir a Estados Unidos solo para encargarme de un problema de "plagas".

—Por eso estoy tan cabreado. Lo sabes, Morgan —espeto molesto, casi sintiendo mis venas reventar—. Me has estado robando desde hace tiempo. Creyéndote el rey del tablero sin ser más que una pieza reemplazable. Fuiste aquel que se arrodilló ante mí suplicando clemencia, diciendo que encontrarías una mujer virgen para mí, ¿lo recuerdas?

Yo sí...

Flashback...

Hace unos días atrás...

¿Por qué tengo que perder mi tiempo de una manera tan lamentable?

Es ridículo.

—P-Por favor... S-Señor... —el maldito Morgan llora como un mocoso irritante—. L-Le juro que no lo traicioné...

La misma historia de siempre.

Me cruzo de brazos, con la mirada gélida de acero sobre aquel cúmulo de porquería. Ahí está esa rata traicionera hecha un montículo de carne magullada y sangre. Una verdadera obra de arte y los artistas encargados de esta obra también se encuentran aquí, mirando fríamente al hombre que se encuentra golpeado y ensangrentado, atado en esa vieja silla de madera. Por supuesto, ellos solo siguieron mis órdenes.

—¿Entonces qué m****a hago aquí, Morgan? —escupo con ira reprimida. El volcán amenaza con hacer erupción—. ¿Crees que viajé miles de kilómetros solo para ver tu fea cara de m****a? ¿Para escuchar tus llantos de nena llorona?

Él, aterrado, niega repetidas veces con dificultad debido a la gravedad de sus golpes. Por supuesto, tendría que ser demasiado imbécil para aceptar tal cosa.

—Desde hace un tiempo las cuentas que entregabas eran muy malas —le recuerdo—. ¿Por qué m****a tendría que seguir regalando mi dinero a un cabrón como tú?

—F-Fue un e-error de contabilidad... —balbucea con desesperación, mientras tiembla como un papel—. Ya s-se lo expliqué...

Me carcajeo a secas, sin un mínimo atisbo de gracia. Deja de ser divertido cuando se vuelve tan ridículo. Con un movimiento rápido y fluido, arranco mi arma de la cinturilla de mi pantalón y coloco el cañón en medio de esos ojos llorosos y suplicantes.

Me satisface ver cómo él abre sus ojos enormemente y se llenan de profundo miedo. El miedo más aterrador. Sí, he visto muchas veces ese sentimiento brillar en los ojos de mis víctimas antes de ser apagado por mí.

Es mi propia y retorcida poesía.

—Sí, un maldito "error de contabilidad"... —Me burlo adrede, sintiendo la incontrolable ira ceder un poco—. Ese "error" me hizo perder millones de dólares... —gruño con la calma que antecede a la tormenta—. Está bien, Morgan, fingiré ser lo suficientemente idiota para creerte esa m****a, pero... —mi rostro se desencaja con una expresión sombría— ¿Dónde cojones está mi maldita mercancía?

No, no soy tonto y mucho menos idiota. Yo lo sé todo, ya sabía que este imbécil me estaba robando, sabía cada detalle incluso estando al otro lado del mundo, mientras él alardeaba con arrogancia ser el dueño de algo que nunca será suyo. Aquí el dueño absoluto de las sombras soy yo.

Yo, Bastian Lombardo, soy el líder supremo y el que tejió las redes para crear este indestructible imperio, soy el gran señor que domina la organización más formidable que el mundo haya conocido. La Mafia Italiana.

Una organización cruel y perversa que ha escrito algunos de los capítulos más bizarros de la historia, y los ha escrito con sangre, sudor y plomo.

Mi linaje ha sido el forjador de este imperio y ha ejercido su poder sobre él desde hace décadas. Generación tras generación, mandato tras mandato, nos hemos mantenido en el poder y yo, naturalmente, he nacido para ser el líder de tan magnífica obra de arte.

Hago mi voluntad, todos dentro de la organización me obedecen y me temen, aunque "aún" no soy oficialmente el líder. Hay ciertos vejestorios que insisten en que soy muy joven para llevar el cargo de una organización tan importante. Incluso se atreven a llamarme "mocoso volátil".

Mi padre, quien fue el anterior líder, murió hace ya dos años y el poder cayó sobre mí de golpe, aunque esos ancianos no lo quieran reconocer.

Tengo 25 años y es una regla longeva y rancia que el líder debe tener mínimo treinta. Lo sé, es ridículo. Esos fósiles vivientes se aferran a esa regla con desesperación, pero yo, con mi edad, ya domino el sistema; solo me falta el reconocimiento de esos vejestorios para hacerlo formal... Pero me importa una m****a su reconocimiento.

Me vi obligado a venir a Estados Unidos para solucionar unos problemitas que se han convertido en un verdadero grano en el culo. Dejé mi hermosa Sicilia para viajar a través del Atlántico y lidiar con este "problemita" que amenazaba con convertirse en un molesto cáncer.

Apenas llegué, viajé de Nueva York a Minneapolis (fría capital de Minnesota) y ordené a mis hombres que trajeran a Morgan a uno de los almacenes abandonados fuera de la ciudad. Les dije que podían divertirse, pero creo que disfrutaron más de lo esperado.

Este tipo está hecho un saco de m****a.

Morgan parece mudo mientras tiembla; sabe que yo sé todo y una palabra suya puede ser (prácticamente) como una bala en su cabeza. Quisiera acabar con esto de una vez, pero... ¿Dónde estaría la diversión? Quiero disfrutar un poco más de su miedo y su agonía.

—¿Qué pasó, Morgan? —cuestiono con una maliciosa sonrisa ladeada—. ¿Te quedaste mudo? ¿O la muerte te está arrebatando tus últimas palabras?

—¡Y-Yo le daré lo que sea! —solloza al ver que pronto morirá, y parece que la desesperación le gana—. ¡Le devolveré hasta el último centavo! ¡Por favor, no me mate!

Ahora admite su culpa. Qué sublime y desafortunado.

—Debiste arrepentirte antes de toda esta m****a —expreso disfrutando el momento y deleitándome con el miedo en sus ojos—. Adiós, te enseñaré el infierno, cabrón.

Coloco mi dedo en el gatillo. En el ambiente ya se siente el aroma frío y pútrido de la muerte que está lista para llevarse a una escoria más. Una bala y todo terminará, pero...

—¡ENCONTRARÉ A LA MUJER QUE BUSCA!

Ese alarido desgarrado rompe la tensión y hace que mi mano se congele justo cuando iba a apretar el gatillo. Maldición, esto se acaba de poner más interesante.

—¿Dónde escuchaste eso? —mi voz adquiere un tinte de curiosidad peligrosa—. Para nadie es un secreto que poseo en mis manos a las mujeres más hermosas y exquisitas del mundo. ¿Por qué dices que busco otra?

No hay verdad más grande. Mi "harén" es mi joya más preciada, algo que me vi obligado a tener, pero que disfruto más que nada. Mi propio jardín del Edén, lleno de delicias. Para ser precisos, hay once mujeres en mi harén, todas extremadamente hermosas y dedicadas. Algunas fueron "regalos" o "sacrificios" que algunos me dieron para ganarse mi favor y otras, deslumbradas por mi poder, quisieron disfrutar de los lujos que poseo y decidieron confinarse ellas mismas dentro de mi harén.

Me llaman "mujeriego", y claro que lo soy. Me encantan las mujeres, disfruto de sus delicias y sus placeres. Pero, incluso rodeado de tantas bellezas de todas partes del mundo, hay un vacío angustiante dentro de mí.

Supongo que la emoción disminuye al saber de los orígenes de ese "harén". Siendo franco, no fue mi deseo tener el harén, es más una de mis tantas obligaciones que un deseo en sí. Otra de las rancias tradiciones. El harén simboliza el poder y la seguridad del linaje por sobre la muerte del líder. Un heredero que sea la salvación del imperio. Es una idea anticuada, lo sé; esos vejestorios insistieron y acepté, pero bajo mis propias reglas y juegos.

Ellos creyeron que yo soy algún semental en celo para traer al mundo crías, pero están equivocados. Mis mujeres están controladas por mí y reciben un "tratamiento" que les impide tener mis herederos.

Tendré hijos cuando me salga de los malditos cojones.

Literalmente.

—O-Oí... Oí rumores... Usted ha estado... buscando una mujer... —apenas es capaz de hablar y me mira con su rostro magullado—. T-Tengo mujeres h-hermosas que ofrecer para obtener su perdón... Quizás una de ellas...

No lo dejo terminar, ya que me gana la risa y suelto una sonora carcajada. No cualquier carcajada, una carcajada limpia y liberadora. Hasta las lágrimas se asoman por la comisura de mis ojos debido a la intensidad de mi risa. ¡Tan ridículo! ¡Tan patético! Está dispuesto a venderle su alma a un demonio para salvar su miserable vida, pero él no sabe qué tipo de mujer busco. También es increíble que estén esparciendo esos rumores sobre mí. ¿Yo? ¿Loco buscando una mujer? Ninguno sabe lo que busco.

Bueno, puede que sí me haya vuelto un poco loco.

—Es gracioso lo que dices, Morgan —limpio una pequeña lágrima que ha salido debido a mi risa descontrolada—. ¿De verdad estás dispuesto a encontrar a esa mujer para salvar tu vida...?

—¡Sí! ¡Sí, sí! —no me deja siquiera terminar cuando ya responde, parece un náufrago aferrándose a un salvavidas—. ¡Yo voy a encontrarla, solo dígame... dígame qué tipo de mujer busca y yo la encontraré para usted!

Qué interesante.

Tengo que cubrir mis labios con mi mano libre para ocultar una sonrisa despiadada y siniestra, pues siento que me recorre un escalofrío por la espina dorsal. Es una emoción oscura, siniestra y excitante la que me invade. Esto es mejor que simplemente tirar del gatillo; verlo correr en círculos, lleno de desesperación y temblando de miedo me llena de emoción.

Crearé una frágil esperanza para él, una mera ilusión, que crea que puede salvarse... Luego, lo veré chocando miserablemente con el muro de la verdad.

Jugaré mi despiadado juego, torturaré su esperanza y lo destruiré por completo hasta que vea a la muerte como lo que es: una dulce liberación y un abrazo frío y eterno.

El "click" del seguro de mi arma hace temblar a Morgan, pero lo que él no sabe es que eso ha sellado su destino. Está decidido, jugaré un poco más con mi presa.

—Está bien, Morgan —guardo de nuevo mi arma en su lugar mientras hablo—. Te dejaré ganar esta vez.

Morgan deja salir un tembloroso suspiro de alivio y en sus ojos asustadizos alcanzo a ver su alegría por haber sobrevivido. Con un simple gesto de mi mano, los hombres allí presentes obedecen eficientes y cortan sus ataduras. El lamentable hombre es liberado y se encuentra tambaleante, pero al menos es libre.

Mis leales hombres se mantienen alerta, muy tensos, atentos a cualquier orden o amenaza por parte de esta rata, pero dudo que pueda hacer algo en estas condiciones.

—Así es el trato, Morgan —mi voz es clara, sin derecho a réplicas, ocultando un veneno que el muy idiota aún no percibe—. Encuentra a esa mujer. Tráela ante mí. Cuando lo hagas, dejarás de tener un pie en el infierno y serás la misma rata miserable, pero con vida.

—¡Sí! ¡Sí! ¡Por supuesto! —exclama con mayor ánimo, con una alegría incalculable—. ¡La encontraré! ¡La traeré para usted!

Si supiera.

Sonrío con malicia. Pobre iluso, si supiera cuán imposible es su tarea, suplicaría que lo matara de una buena vez. Nadie sabe por qué me hallo tan enloquecido, ni él sabe siquiera en lo que se está metiendo. ¿La encontrará? Por supuesto que no, ni yo mismo la he encontrado.

Meses de locura la he estado buscando sin encontrar nada, he gastado energías y recursos para encontrarme con la nada, por eso estoy tan seguro de que él no la encontrará.

Pero es divertido jugar con su desesperación.

—Lo que busco, Morgan... —empiezo a hablar con voz pausada, cada palabra con un peso letal—. Es una mujer... virgen.

Porque es un deseo que corroe mis entrañas.

Fin del Flashback…

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