CAPÍTULO 64: Gracias por...
GEMA
Nunca he estado en su dormitorio, pero seguir su rastro no me resulta difícil. Para mi loba es inconfundible. Su olor me guía por los pasillos como un hilo invisible hasta detenerme frente a su puerta.
Levanto la mano para llamar… y me quedo así unos segundos, suspendida en el aire. De pronto me asalta la duda. Tal vez sea demasiado atrevido presentarme aquí sin avisar. Nadie me ha visto, lo sé, pero eso no significa que a él le vaya a gustar.
La puerta se abre antes de que pueda decidirme.
Leonardo me observa con una expresión extrañada, como si no comprendiera por qué no he llamado.
No me da tiempo a decir nada: me toma del brazo y me hace pasar, cerrando tras de sí.
Me quedo quieta, mirando a mi alrededor, embelesada. Su habitación es enorme. Cálida. Elegante. No se parece en nada a la mía. Todo en ella parece cuidadosamente pensado. Hay espacio, orden, luz.
Me siento fuera de lugar y, al mismo tiempo, peligrosamente cómoda.
Cuando por fin vuelvo la mirada hacia Leonardo, lo