LEONARDO
Estaba enfadado. Muy enfadado. Y no solo por ese imbécil de Kai, que llevaba toda la noche tonteando con Gema como si no existiera el concepto de límites. No. Lo que realmente me estaba quemando por dentro era ella.
Ella.
Porque cuando le digo que se quite la chaqueta, no solo no obedece sin rechistar… sino que me desafía.
—Ni se te ocurra terminar la frase —escupo entre dientes.
Ella no dice nada.
—Quiero que te quede claro que yo no comparto… —digo con rotundidad. Gema me mira a la cara, pero es como si no me viera; los engranajes de su cabeza giran a toda velocidad.
Estoy perdiendo la cabeza por esta mujer, pero jamás voy a admitirlo en voz alta.
—Nuestra relación es puramente física, tú mismo dijiste que no podía haber nada más ¿Recuerdas?
Si j*der. Recuerdo esa p*ta conversación.
—Nos acostamos de vez en cuando y lo pasamos bien…—continúa Gema con una voz pastosa, como si le costara hablar—. Por eso no voy a permitir que me digas lo que tengo que hacer…
Noto la rabia s