Gema
Cuanto más tiempo paso con Bel, mejor me cae. La verdad es que nunca he tenido una compañera, y mucho menos una amiga, así que todo lo que estoy viviendo en la Orden es completamente nuevo para mí…
Bueno, todo no...
A unos cuantos metros vemos a un grupo de miembros de la Orden apelotonados frente a un papel pegado en el tablón de anuncios de una pared lisa. Cuando Bel y yo nos acercamos, los demás se apartan con desgana, dejándonos pasar, aunque no sin antes lanzarnos esas miradas de desprecio a las que, por desgracia, ya estamos más que acostumbradas.
Bel sonríe a todos seguramente para enfadarse aún más, la verdad es que es una provocadora nata.
Si yo lo hiciera, no me saldría tan bien. Bueno, he de decir, que a veces si me sale bien, sobre todo con brillitos.
Bel lee el cartel y sonríe con un brillo en los ojos.
—Vaya, por fin. Van a hacer la ceremonia de consagración —dice con entusiasmo.
Frunzo el ceño, sin entender del todo.
—¿Y eso qué es exactamente?
—Es el ritual don