Vladímir
Estos días que he estado aquí en Rusia he tenido tiempo para preparar mi sorpresa para Any.
Francisco me dijo que la llevaría a esa playa mexicana; yo iré; no pienso dejar a Any sola.
Estoy alistando mi maleta para irme y veo que mi madre se me acerca.
—Tienes que irte, hijo, tan pronto —me dice mi madre; noto tristeza en su voz.
—Sí, madre, no puedo dejar a Any y a mi hijo solos.
Veo que mi madre saca una pequeña cajita de su espalda.
—Ten cuando la veas, entregadle esto de nuestra parte —menciona.
Tomo el regalo y lo pongo en mi maleta. Me doy la vuelta y le doy un abrazo a mi madre.
—Gracias, madre, por aceptarla —le agradezco.
—Si tú eres feliz, yo también lo soy, hijo. Pero ya sabes, aquí puedes ser bueno con nosotras; sin embargo, sabes que en el mundo en el que estás debes de ser frío y sanguinario para que no conozcan tu debilidad —me recuerda mi madre.
—Gracias por recordármelo, madre. Me tengo que ir —me despido de ella.
Me separo de ella, to