ULRIK
Llorar a veces ayudaba y, aunque mi dolor de cabeza no disminuía, de alguna manera me sentía más ligero.
Una mañana, mientras peinaba la parte del cabello que no le habían rapado para la cirugía, sentí un escalofrío y mi vista se fue a su mano. Fue leve, pero detecté un movimiento. Esperé un buen rato por otro movimiento, no obstante, nada pasó.
Resoplé y seguí con lo que hacía, pues no era bueno hacerme ilusiones.
Luego empecé a afeitarlo. Aunque pálido, seguía siendo el precioso rostro del hombre al que amaba, del único al que había amado tanto como para tal vez cruzar ciertas líneas, del único con el que había contemplado un futuro.
—Rem… no sé si me escuchas, pero si lo haces, no tengas miedo, ¿sí? —susurré mientras limpiaba sus mejillas con calma—. Yo estoy aquí contigo, y tu mamá también, tu hermano… mis padres, no estás solo, tranquilo. —Me acerqué y besé su frente, como todas las mañanas—. Te extraño mucho, ¿sabes? Ha pasado un tiempo y tengo un poco de miedo. —Solté un