La oficina quedó en silencio por un largo momento después de que el video terminara. Collins fue el primero en hablar, frotándose los ojos cansados:
— Esto es un juego sucio, Rafael. Ella sabe que no tiene ninguna oportunidad, pero quiere arrastrarte al barro. A la prensa le encantaría un escándalo así.
Cerré los ojos, sintiendo el peso de sus palabras. Lorena no quería a las gemelas —quería dinero. Y estaba dispuesta a destruir nuestra familia para conseguirlo.
— Marque la audiencia —ordené, levantando la cabeza—. Y prepárelo todo. Todas las pruebas, todos los testigos. Hasta el diablo va a temblar cuando termine con ella.
Collins asintió, pero dudó antes de salir:
— ¿Y las niñas? ¿Ellas saben que esto puede convertirse en una guerra pública?
— Ellas saben más que cualquiera.
Y de verdad sabían.
Esa noche, mientras Flavia descansaba en el sofá con un libro sobre maternidad, me senté en el suelo del cuarto de las gemelas, donde Bia y Mel estaban metidas en una “reunión estratégica” co