Capítulo 34

Rozó sus nalgas con la yema de los dedos. Ariana gimió por el tacto: sensible, dispuesta y ansiosa por recibirlo.

Sus bocas chocaron, ruidosos, sus toques se tornaron bruscos, semejantes a dos animales en celo.

—Por favor —suplicó ella entre suspiros, tras el cosquilleo que la embargó en todo su cuerpo al sentir a Axel lamer sus sensibles pezones con su habilidosa lengua.

Él retiró las manos de sus caderas y se recostó en la cama. Su erección se dejó ver en todo su esplendor.

—Si lo quieres, tómalo —su voz sonó ronca. En la punta de su polla asomaba el líquido preseminal.

Ariana no dudó en metérselo casi por completo en la boca y, con urgencia, se posicionó encima de él.

Sus ojos brillaban de pura lujuria. Iba a doler; siempre dolía al principio. Se metió la punta en su entrada y cada centímetro de piel que se hundía en ella era una lenta tortura que la hizo morderse los labios. Su piel ardía, sus muslos temblaban.

Se le escapó un gemido ahogado. Se movió lento, hundiéndo
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