Axel mostró una sonrisa ladeada. Con la espalda reclinada sobre su silla, se humedeció los labios y contempló a Ariana de pies a cabeza. Los pendientes que le encargó su padre podían esperar.
―Bueno… habla o desvístete. ―Entrelazó las manos y las colocó sobre el frío escritorio.
Ariana tomó aire y le explicó que su prometida había ido a buscarla. Su pecho se apretaba a medida que relataba la amenaza de mandar a sus guardaespaldas a hacerle algo si no lo dejaba.
―Me dio tres cachetadas y me arrancó unos mechones de cabello… además, sus rasguños me sacaron sangre. ―Contuvo las lágrimas, con los ojos clavados en el suelo―. Si soy su amante… al menos me lo hubiera dicho.
―¿Y tú qué hiciste? ―preguntó él con una expresión seria en el rostro.
―Nada, ¿qué podía hacer? ―tragó saliva, pensó con ingenuidad que eso calmaría su coraje.
Axel soltó una fuerte carcajada y se removió en su asiento. Ariana elevó la vista en dirección a él. ¿Qué le resultaba tan gracioso?
―¿De verdad dejaste que e