ADELAIDA:
Las tristes historias de las familias me dejaban un sabor amargo en la boca y no me puedo imaginar cuánta crueldad tiene ese maldito emperador para dejar a su gente así sufriendo.
—Señora, la última persona va a pasar.
Dice Bastián y suspiro asistiendo.
—Adelante.
Digo y por la puerta entra una joven de cabello rubio.
Ella observa toda la sala mientras al parecer busca a alguien con la mirada.
—¿Dónde está el alfa?
Pregunta altanera y alzo las cejas.
—La precensia del alfa no es importante cuándo aquí está su mujer.
Le respondo y ella arruga el ceño.
—¿Quién es su mujer? ¿Tu?
Pregunta con burla y las chicas me miran con el ceño fruncido.
—¿Algún problema con que sea yo?
Le pregunto y ella se ríe llevando las manos a su boca.
—Lo lamento… Verás… Pensé que el alfa elegiría a alguien más… Más… ¿Cómo lo digo sin que te sientas ofendida?
Sus palabras me hacen sonreír y me inclino hacia ella con mi cuerpo.
—¿Más qué? ¿Más fea? Por qué déjame decirte cariño, una mujer más hermosa y