Al día siguiente
Marina abrió los ojos, y no encontró a Demetrius ahí, se enderezó asustada, recordando el ayer, pensó si se había marchado de su lado, no pudo contener su miedo a perderlo.
Luego escuchó el sonido de agua correr por la regadera, se levantó y arregló la cama, tomó ropa y su toalla, cuando lo vio salir del cuarto de baño.
—Buenos días, mi amor —dijo él con voz dulce y tierna
Marina no dijo nada, y entró rápido al cuarto de baño, él se quedó extrañado.
Demetrus se sentía mejor que ayer, más despierto y tranquilo, se apuró a vestirse.
Escuchó que llamaron a la puerta y abrió, ahí encontró al mayordomo.
—Buen día, señor Vicent, ¿Les apetece que les cocine? ¿O prefieren salir al restaurante?
—Vamos a ir a desayunar a un restaurante, pero vuelva a la hora de la cena.
El hombre asintió y salió.
Demetrius volvió a la habitación, Marina salió y estaba ya vestida
—¿Quieres salir a desayunar, amor? —exclamó Demetrius, abrazándola por detrás, pasando sus manos por su cin