Enrico y Caterina pensaron que Luca se había vuelto loco.
¿Acaso podía hacer lo que se le diera la gana? ¿Tener un hijo y luego dárselo a Clarissa?
¿Existía un mundo donde Clarissa lo aceptaría?
Ella tenía pruebas de su infidelidad y, con un hijo como prueba irrefutable, podía pedir el divorcio en cualquier momento. Si eso pasaba, la familia Ferrucho quedaría sin nada.
Giulia también sintió que Luca había perdido la cabeza.
Su plan era claro: usar su “embarazo” para obligar a Luca a divorciarse de Clarissa y quedarse con ella.
Pero nunca imaginó que, en lugar de eso, Luca insistiera en no divorciarse y además quisiera darle el bebé a Clarissa.
No podía decir que no sin delatarse, así que solo pudo seguir actuando y fingir que estaba de acuerdo, con lágrimas en los ojos y una actitud de mártir.
Luca estaba decidido.
Ni Enrico ni Caterina pudieron detenerlo.
No hubo otra opción más que cancelar la rueda de prensa y ofrecer un par de regalos a los periodistas para evit