Clarissa se metió directo al carro y cerró la puerta. Así, dejó afuera los gritos de Marie.

No iba a escuchar esas tonterías. Aunque le daban coraje, no las tomaba en serio. Solo eran disparates.

Lo que sí le daba vueltas en la cabeza era la idea de cruzarse con algún vecino que pudiera reconocerla. Acababa de divorciarse de Luca y le daba miedo que eso le causara problemas a Giovanni.

Al menos adentro del carro, gracias a los vidrios polarizados, se sentía un poco más tranquila.

Marie seguía gritando, pero ya empezaba a tartamudear. Lo que la tenía confundida era que Giovanni, en lugar de pararla, había sacado un cigarro y lo fumaba con toda la calma del mundo.

Tenía el cigarro entre sus dedos largos. Exhalaba el humo sin perder su elegancia, parecía disfrutarlo de verdad.

—Sigue gritando. ¿Por qué paraste? —soltó el humo, riéndose—. ¿Tienes sed? ¿Quieres que entre a buscarte un vaso de agua para que sigas gritando más fuerte? Anda, llama a todos. Que vean bien quién es la que está ha