—Ella está divorciada —fue todo lo que dijo Giovanni.
Y después de decir eso, se fue llevando a Clarissa, como si ya lo tuviera planeado. En el fondo, él sabía que no iba a ser bien recibido. Lo único que le importaba era que Araceli los viera juntos. No había otro motivo.
Mientras cruzaban la puerta, que seguía abierta, Clarissa alcanzó a oír los gritos de Derek desde dentro:
—¿¡Qué va a decir la gente de la familia Santoro!? ¡Apenas se divorció de Luca y ya se casa con Giovanni! ¿¡Qué pasa, que los hombres de esta familia no pueden conseguirse una mujer solo para ellos o qué!?
Las palabras de Derek le dolieron como si algo se le clavara en el pecho. Hablaba como si ella no valiera nada, como si se ofreciera a todos sin vergüenza.
Bajó la cabeza. Le dolía. ¿Eso pensaba Derek de ella? ¿Que era una cualquiera?
Sintió que Giovanni le apretaba la mano. Sin levantar la mirada, escuchó su voz grave y reconfortante sobre ella:
—No pienses tonterías.
Clarissa alzó la vista y vio el perfil tra